Un día cualquiera de no hace mucho tiempo, uno va caminando distraído y de repente se tropieza; no queda el recuerdo del pensamiento de ese instante pero permanece el libro obsequiado. Me refiero a T’an jäbä tu jut’ k’in (Palabras abiertas al sol), México, Editorial Paxis, 1996, de Auldárico Hernández Gerónimo (Nacajuca, Tabasco, México, 1964), poeta chontal. Le doy una leída al libro, me adentro y me recuerda la respetuosa opinión de una profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, refiriéndose a las culturas del Anáhuac, a las originarias de México: “Estas culturas tan cerca de nosotros, pero tan lejos.” Porque, ¿qué tan lejos están los versos de Auldárico de un poeta, digamos, consagrado? Finalmente, hablan de lo mismo: vida-muerte, es decir, la forma es la misma; la reflexión sobre el tiempo y la levedad, la acumulación del sentimiento y la búsqueda de la manera son, quizá, lo diferente. Y así diferente debe ser el mundo y el planeta con su lenguas, culturas y el animal que lo habita. Animal no en el sentido peyorativo, sino para contradecir a algunos calificativos humanos como: “se comporta como bestia”, “la fuerza destructora de la naturaleza”, “calor espantoso”, “frío horrible”, “el gorila, cerdo, burro o el insecto…”. Vaya manera de mostrar nuestra ignorancia. Entre lo que se denomina un buen poeta y otro de lenguas originarias mexicanas, creo, que sólo existe la insistencia en el juego serio. El material real está presente hacia el que quiere mirar más allá de la punta de su pie: el neoliberalismo como plan económico que controla el mundo y su aplicación en México en forma de antidemocracia, es decir, aquí se vive bajo una dictadura social, no es militar; no sé cuál es más terrible. El producto: un país grande y rico con una terrible marginación social y un enorme ejército de reserva. El poeta suele aparecer alzando la voz; momentáneamente, se encierra en su cubículo, preparando sus palabras-agua. Quiero pensar esto. El trabajo local o regional cuando es profundo es universal. Pongamos un ejemplo concreto tomando al poeta al lituano-polaco Ceslaw Milozc, una estrofa de su poema Pobre poeta: “El primer movimiento es cantar. / La voz libre que llena las montañas y los valles. / El primer movimiento es alegría. / Pero ella es arrebatada.” Los poemas de Auldárico son culturales, su mundología no es inocua: “Alejarme / Subir en un cayuco / errante entre las aguas / que me lleve / por fin / hacia el Pantano del Origen.” ¿Qué es este pantano de origen con mayúsculas? Cultura y nada más que ella, lo mítico y lo real; el cayuco es el camino, el medio por el cual se vagabundea y que puede regresar al mito. Este primer poema titulado Búsqueda es fundacional. El segundo poema Posible puede ser su poética: “Nadie está conmigo / ¿Quién recogerá / la tinta que he tirado / en / palabras / dispersas?” Sin duda, estas lenguas intentan mostrar, pero su objetivo es la permanencia, quizá con la esperanza que alguien lo lea desde ellas mismas. El oficio se construye mediante el pulimiento de la piedra, y si se le agrega una chispa puede encender el fuego nuevo. No tengo dudas, Auldárico ha reflexionado como profesor, como parte del Laboratorio de Teatro Campesino en el estado de Tabasco, como senador de la República. Sé que no hay ninguna profesión o camino para ser poeta, que los pensamientos se acumulan en la soledad; dentro del bullicio sé también que no todo el bullicio. Leyendo sus poemas, me viene a la mente algunos versos que escribí hace un tiempo: “Empiezo a recolectar las frutas que el aire nocturno me ha cedido / Se las entrego a mi hermano para conocer la palma de su mano y la serpiente pueda ofrecer su lectura”. Hay una rima interna que es cacofónica, pero qué le vamos a hacer. No quiero cambiarlo porque desde mi lengua suena bien. No sé ni una palabra en lengua chontal, pero sé que kin es sol en maya; Auldárico lo escribe glotalizado: k’in. Este sol continúa alumbrando y sus rayos-flecha fluyen, las imágenes son reflexión, son pensadas; la letras eligen al poeta y viceversa, por eso tienen su peso: “Libertad / letra / a letra / en la carne misma / grito de la sangre.” No hay un camino para ser escritor más que la constancia en la incertidumbre. Ni siquiera el caballo de carrera en el hipódromo sabe si llegará a la meta y le darán el día de hoy buena pastura. Entonces, somos como el cayuco en medio de un temporal: uno prueba una buena comida un día y el siguiente quien sabe, por eso Auldárico dice: “Quizá / quedarán en la memoria / si las grabara / en piedras.” Qué manera más directa de referirse a la cabezas Olmecas: misterio que rebasa el tiempo, creación que permanece. Si el pincel insiste contra el muro de metal algún día logrará ver el otro lado; si las letras se juntan algún día formarán la onomatopeya y podrán ser el inicio de una canción inconstante. Zakinte Nät’akon T’äbo tan unp’e juku’ päpä’ nume tan ja’o ko bizanon u bada bajka pänkäbi ni to’o unp’e yoche k’in t’ok ni k’in noko K’a ch’uj ta naj xämbajo’ Wozokna tan ni pa’ u zakän ni kä te’ela ta ja’ Búsqueda Alejarme Subir en un cayuco errante entre las aguas que me lleve por fin hacia el Pantano del Origen una tarde con el sol ya de rodillas Adiós de los viajeros Náufragos de los popales en busca de nuestro Árbol del Agua U ch’e’ Niuntu an t’ok no’on ¿Kone u ch’uch’än ni dz’ibi’ ja’ ke a kä choki tan t’ano’ xäbä? Käle’ ukolan tan ni k’aj ti’ya zia kä dz’ibän tä ji’tun Posible Nadie está conmigo ¿Quién recogerá la tinta que he tirado en palabras dispersas? Quizá quedarán en la memoria si las grabara en piedras Lup’ Un’p’e ja’a yuwa ta jamäle jäbä ¿Kone u tajkolezan nu juntul xämba pan ni pächi? Yo’jo un lip’ ka’o tz’it juku’ unp’e dz’ik tänxin ni lup’ Ch’a’ äljin xima a xima tu be’ta chichune awät’ ta u ch’ich’e Jak’ ta uchaje’ un yak’ y un k’ä’o täk xupibala t’ok tikin ti’a ta ni tikäwle... Creciente Un fuerte aguacero a campo abierto ¿Quién interrumpe su libre caminar sobre la piel? necesidad de un pedazo de tierra un cayuco un dz’ik en medio de la creciente Libertad letra a letra en la carne misma grito de la sangre Desesperación de soltar los labios y las manos en nuestras colinas con la sed de los veranos...
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