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interpretacion.baja.jpg A un mar futuro
Juan Malparida
Visor Libros
Madrid, 2012

 
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No. 64 / Noviembre 2013



(25/03/1998) Sueño:

En el patio de mi casa, juego a dominar la pelota, nunca lo logro. Tocan el zaguán negro con tres golpes. Extrañado, sé que no se esperan visitas. Insisten: tocan el zaguán negro con otros tres golpes seguidos. Abro la puerta; es mi abuela que por fin aparece. La recibo con un abrazo. Nada en ella ha cambiado, salvo sus ojos, ahora inyectados de sangre. Ese detalle no me asombra. Mis padres, sus parientes y amigas festejan como si retornara de su pueblo. En realidad, yo era el único que conocía el secreto: viene del país azul. Me armo de valor para cometer la impertinencia y, en medio del festejo, le pregunto sobre el más allá o la vida después de la muerte. Ella tuerce el gesto con molestia, fija su mirada en mí. No responde.




Imagen

la mente vela revela desvela
bajo los microscopios
lo que piensa Dios en
sombras se entrevé entre el
bisel que va del pensar al hacer
en un tulipán negro
hay modos de labrar conceptos entre
las sustancias y cada alternativa
esa imposibilidad de estancar
el ultramar verdoso del alerce
en una percepción
otra teoría del conocimiento
la del espejo bruñido y azogado
por un demiurgo —lenta curvatura—
un radiotelescopio
con las letras barandas blandas loandas




Vacío1

(25/01/1998) Sueño:

Alto. El recinto de mi cuerpo desdobla la carne. Respiro calcando a mi hermano y nos unimos bajo la biología de una máquina floral. Nadamos con nuestros diminutos brazos, con nuestra mente aún en formación. Hago una mueca graciosa; sus ojos nacen como soles germinando en silencio. Miro su rostro que es igual al mío pero más feliz. Miro su cuerpecito sacudiéndose entre una penumbra líquida. Ya se conectan los brotes de mi hermano Ángel, de su mirada ha nacido un pensamiento arborescente, de su sueño he nacido yo. Ahora tengo conciencia de mi persona y sé que soy diferente a él. No tengo miedo de ser quien soy. El cordón umbilical me lo confirma: se repliega como un bucle hacia el infinito. La noche es nuestra pureza inmaculada. El abismo es nuestro cúmulo de saberes. Nada se detiene ante nuestras horas mellizas. Nada imaginamos fuera de nuestros oídos seminales. Jamás los sentidos nos juegan trampas o acertijos táctiles. De repente, la luz domina el canto natural: explota en la sangre con toda su fortaleza y se queda suspendida. La materia devora frecuencias de otra consumación. Alguien invisible nos escucha. Ángel, le digo, “no te muevas”. Nacemos y mi hermano se va entre las primeras luces.


1En cursivas Darío: cuando preñados de truenos/ revientan los nubarrones.

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