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Periódico de poesía

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Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964) es una escritora productiva que ha abarcado géneros literarios (poesía, narrativa) tanto como periodísticos. Es una académica prestigiada, actualmente imparte clases en la Universidad de California en San Diego. Ha sido reconocida con diversos premios a lo largo de su trayectoria, en 2013 obtuvo el premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana. Desde 2007 pertenece al Sistema Nacional de Creadores Artísticos. En Periódico de Poesía mantuvo la columna La Cámara Verde entre septiembre de 2011 y junio de 2012.
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No. 64 / Noviembre 2013

 


Cristina Rivera-Garza


Primeras letras


Él y yo leíamos diccionarios en la noche.
Tocábamos sin orden el oasis de la O
y oblaba el orvallo órfico Otomano
el omnívoro ombligo omicrón originario
el otoñal océano ofensivo, olvidado.
El oleandro.
Él era el ojal onírico de la oración.

En la levadura de la L longitudinal
latíamos con la lasciva ligereza del láudano
y el loro libamen de los lémures.
Levitaba luego la leche Lakista en el litoral del Logos
y liaba el laúd el libidinal limen del lenguaje.
Él era el lecho lila de la letra.

En la ganzúa ganglionar de la G y su galimatías
giraba geórgico el glorioso garbanzal geodésico
y gemía el giorno de las garbosas gramíneas.
La girándula. La ginebra.
En la glicerina del gerundio genitivo galopaban las garzas
y el garambullo geminado en gárgolas de gasa.
Él era el garabato de mi genealogía.

Y en ñisco ñorbo de la Ñ
tan ñufla, tan ñuridita, tan ñuta
se ñangaban el ñame, el ñu y el ñiquiñaque
en el ñanduti del ñaure.
Él era un ñandú.

Una pátina de P para mi padre
el perturbado palimpsesto de pan y piedra
el pesar patológico de los penumbrosos piélagos.
El pecio que paladeaba el panal de las palabras y sus péndulos
pedagógicamente prodigando las póstulas de la pandemia:
la puntual parálisis de la primogénita.
El padecimiento purpurino de la psicastenia.
Por los páramos del papel la pesadumbre preña
el principio y el presagio
el peligro de perderse permanentemente parco
en la prístina púa de la primavera.

Pausa pido y serpentea sonora la savia de la S
su sístole:
sólo los solos saben saborear la sal soluble de los solitarios.
Sosegadamente.


 

Toluca, junio de 1997


Periódico de poesía,
núm. 21-22
primavera-verano, 2000, UNAM/INBA, p. 42