cornisa-inditos.jpg

No. 64/ Noviembre 2013


Arturo Carrera
(Bueno Aires, 1948)


Juguetes

“Quién hubiera pensado, antaño,
que un día nos avergonzaríamos de las palabras,
que por nombrar las cosas que son
podríamos sentirnos culpables,
que por decir, incluso
“niñito”,
uno podría sentirse culpable.”
                                   Yves Bonnefoy

I
¿Cuál,
de todos estos lápices elegirías para la alegría,
para el triunfo de unas vocecitas sobre otras que no
conocés y que no hacen más que llamarte y
llevarte hacia esta casa de sombra
colmada de juguetes?

Sin embargo, bastaría un instante para que
la inteligencia de los besos impidiera hablarnos
—¡pero no hablamos
todavía!

una emoción violenta, mínima
pero fugaz,  hace que otra memoria súbita
se vuelva duradera.
Yo escuchaba tu voz,
pero no alcanzaba las palabras que decías;
lo que querían decir  —no que no te atendiera
sino en otro balbuceo— adentro de otra burbuja
que se henchía de otro límite,
de otra memoria, de otro instante,

¿cuál? ¿de eso estamos
hechos?,

Había otro ritmo que ínfimo auguraba
una repetición que nos desconocía. Y allí
estuve, en esa vía. Diciendo sin decir,
hablando sin hablar
¿iba?

Con ese balbuceo yo creo
ser real. Yo creo adelantarme a tu ternura y
no sé nada de tu amor que se adelanta al mío.

Entre esas casi palabras si no sílabas
todos los abecedarios fracasan y fracasarían;
cabeceando en nosotros cuando te decimos
cualquier frase que alude al sueño de este mundo.

¿Cuántas nociones elegimos para confundirte,
para atraerte,
para embaucarte? Sin saber que somos nosotros
los embaucados.

¿Quién conocía los mapas insolubles de Plotino,
las manos regordetas con pocitos en el mármol, la voz
de una niñita de la cantoría?; pero no queríamos
nombrarte, niños fajados en los tondos de los Inocentes
nos llamaban…

Gritaste,
¡como
una cantante!
Porque de no decir, cantabas,
imitabas ¿a qué? ¿a quién? ¿a cuánto? En tonos melódicos
que atenuarían incluso
el silencio lunar.

Y otra vez, con la partícula de un grito de algún mandato sereno
iniciás tu paseo con pasitos que van…
hacia ninguna parte,
hacia el olvido del ¿qué busco?
¿qué hago? ¿a quién llamo? ¿a quién respondo?
¿qué?

¿Cuánto “falta” para que un juguete “no hable”?
Un presente
reclama otro tiempo para que tu presencia no sea más
que “esplendor”