No. 64 / Noviembre 2013 |
Malentendidos visuales y auditivos
Mística y Poesía Por María Auxiliadora Álvarez
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![]() San Juan vive y muere aproximadamente cien años antes que Sor Juana y la publicación de su obra poético-mística comienza en 1618, es decir, que muy probablemente Sor Juana, viviendo y leyendo en la segunda mitad de ese mismo siglo, pudo conocerla y admirarla. Ambas personas coincidieron en ser religiosas y poetas a la vez y en la misma lengua, aunque hayan poseído muy distintas tendencias y hayan producido muy distintos resultados. Sin embargo, la variedad de coincidencias compartidas en apariencia como la amplia fama, los nombres casi idénticos, los siglos muy cercanos, la misma lengua y la misma profesión, podrían ser quizá suficientes para producir una especie de paralelismo o (con)fusión en el imaginario colectivo. Sor Juana habita una época en que el poder político se halla compartido entre la iglesia y la corte, el patrono eclesiástico es el Virrey y la teología puede funcionar como revestimiento de la agencia monacal. El convento, ocupando un lugar intermedio entre ambos universos, es un espacio permeado por fuerzas políticas, religiosas, sociales, morales e intelectuales (des)encontradas. En este ambiente se produce de forma natural el violento impacto público de una escritora religiosa e ilustrísima personalidad justificando intelectualmente su cuestionada vida espiritual (Respuesta a Sor Filotea). Esta es una muestra muy elocuente del concepto de la unión de los contrarios tan propio de la edad barroca. Sin embargo, el gran aporte de Sor Juana para la historia es de orden exclusivamente intelectual y no religioso. El halo de idolatría que envuelve a una Sor Juana aún viva apunta al blanco de sus extraordinarias facultades intelectuales, no al blanco de sus intereses espirituales. Sus profundos quehaceres fueron literarios y filosóficos. Aunque sabemos que la retórica de la falsa modestia es propia de la escritura del Barroco, en su famosa Petición “legal” de Perdón al Tribunal Divino con fecha de febrero de 1694 Sor Juana declara abiertamente, y sin ningún ornamento literario de automenosprecio, que “ha tantos años que yo vivo en religión no sólo sin religión, sino peor que pudiera un pagano” (Reproducción completa de la Petición en Xirau). Por otro lado, “nunca hace la menor alusión a su estado religioso” (Paz) a todo lo largo de su obra poética. El malentendido que trastoca las categorías intelectuales y místicas después de su muerte se inicia quizá con la propia muerte de Sor Juana, que aunque fue natural (de peste colectiva), ocurrió como cierre a un período de graves reprensiones públicas y prohibiciones privadas por parte de la institución eclesiástica hacia ella, cuyo talento fue considerado arrogante. De cierta manera Sor Juana dejó este mundo en calidad de mártir. Mártir de la inteligencia, dirán algunos, pero mártir al fin. ![]() |
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