Joni Mitchell a los 70 años


Música y poesía

Por Jorge Fondebrider

musica-65-1.jpgAunque a sus fanáticos nos parezca imposible, el pasado 7 de noviembre Joni Mitchel cumplío 70 años. Es una mujer mayor y está enferma. O es lo que ella dice. Tiene la enfermedad o síndrome de Morgellons, al que algunos médicos no le dan entidad propia, ya que identifican la dolencia con lo que se llama delirio parasitario dermatozoico. Se trata de un trastorno neuropsicológico que presenta una gran variedad de síntomas, por lo que resulta especialmente complicado diagnosticarlo. Los más comunes consisten en una gama de problemas cutáneos que incluyen una sensación de hormigueo, mordiscos y picaduras producidos por insectos, encontrándose fibras en la superficie o por debajo de la piel, aparte de lesiones persistentes bajo la forma de sarpullidos o llagas. Esto es lo que Joni Mitchell viene sufriendo desde hace años y lo que, según ella misma cuenta, se suma a la progresiva pérdida de su extraordinaria voz, llevándola a dar por terminada su carrera de cantante y compositora.

No. 65 / Diciembre 2013 - Enero 2014



Joni Mitchell a los 70 años


Música y poesía

por Jorge Fondebrider

 

musica-65-2.jpgAunque a sus fanáticos nos parezca imposible, el pasado 7 de noviembre Joni Mitchel cumplío 70 años. Es una mujer mayor y está enferma. O es lo que ella dice. Tiene la enfermedad o síndrome de Morgellons, al que algunos médicos no le dan entidad propia, ya que identifican la dolencia con lo que se llama delirio parasitario dermatozoico. Se trata de un trastorno neuropsicológico que presenta una gran variedad de síntomas, por lo que resulta especialmente complicado diagnosticarlo. Los más comunes consisten en una gama de problemas cutáneos que incluyen una sensación de hormigueo, mordiscos y picaduras producidos por insectos, encontrándose fibras en la superficie o por debajo de la piel, aparte de lesiones persistentes bajo la forma de sarpullidos o llagas. Esto es lo que Joni Mitchell viene sufriendo desde hace años y lo que, según ella misma cuenta, se suma a la progresiva pérdida de su extraordinaria voz, llevándola a dar por terminada su carrera de cantante y compositora.  

Sobre esto y sobre otros temas igualmente complejos (tener o no tener pares, Bob Dylan como plagiario, el lugar de la música en la actualidad, los ideales de Woodstock y lo que vino después, etc.) conversó con Jian Gomeishi, un famoso periodista canadiense de origen iraní, responsable de grandes entrevistas con personajes difíciles de entrevistar.  Entre otros, Woody Allen, Van Morrison, Salman Rushdie, Brian Wilson, Tom Waits, Neil Young y Leonard Cohen.
Gomeishi la visitó en su casa de Los Angeles y conversó con ella. La entrevista, luego de emitida en la radio canadiense, fue posteriormente publicada por la revista británica Uncut, en su número correspondiente a diciembre de 2013. Fue una manera especialmente abrupta de recordarnos que nuestros ídolos, como todo, se van poniendo viejos, con lo que ello implica.

Para los intereses de esta columna, la parte más jugosa es la referida a la composición de canciones y, sobre todo, al trabajo con las letras. Considerada a la par de Dylan, Leonard Cohen o Paul Simon como una de las más importantes compositoras de música popular norteamericana, fue una de las primeras en revelar su propia intimidad a través de sus canciones. En este sentido, Blue fue acaso su disco más popular y, sin duda, el que la catapultó al estrellato (cfr “Cantantes y compositores que alcanzan la madurez”, en la columna Música y Poesía del nº 29 de esta misma publicación). Pero no es todo porque Joni Mitchell, posteriormente, se convirtió en una singularísima crítica de la falsa moral y la hipocresía estadounidenses, para no hablar del capitalismo a secas o de la civilización del consumo.

Para quien no lo sepa, Joni Mitchell también es pintora y fotógrafa. De hecho, muchos de sus trabajos ilustran las portadas de sus propios discos y los de otros artistas. Por eso, Gomeishi le pregunta tanto por sus dotes como artista plástica y como compositora: “¿Toda su creatividad –pintar, escribir canciones, poesía– provienen de la misma fuente?”. La respuesta es inmediata: “Creo que hay distintos lenguajes, y algunas coas no se traducen bien de un lenguaje a otro. De modo que tengo viñetas de cosas que sucedieron que podrían ser parte de un buen cortometraje, pero que servirían para hacer una buena canción”. Y la entrevista prosigue:

–¿O sea que todo consiste en asignarle a cada cosa la idea o la inspiración que le corresponde?
–Es más o menos así. Las pinturas son como recuerdos en la pared. Muchas cosas aquí señalan mi origen o la tierra a la que quiero.
–Si la pintura y la música son lenguajes distintos, ¿cómo describe esos lenguajes?
–Antes que nada, soy pintora, y trato de aplicarle a la música los principios de la pintura. Creo que mis habilidades son fundamentalmente visuales. Una no tiene necesidad de leer en el estudio de grabación porque va directamente a la cinta, y porque toco con músicos que saben leer y transcribir mis acordes. Para mí es bueno no saber hacer eso.
–Entonces, ¿la pintura es su primer lenguaje?
–Pintar es mi primer lenguaje.

Gomeishi insiste luego con lo mismo y le recuerda que en Woman of Heart and Mind, un documental sobre ella, Joni Mitchell dijo que cada vez que graba un disco a eso lo sigue un período de pintar. Y le señala que agregó: “Es como una buena rotación de cosechas, pintar aclara la cabeza”. Entonces pregunta: “Parece como si estuviera diciendo que la música es vocación y la pintura liberación…”. La cantante interrumpe y se apura a decir: “¡No! No quise decir exactamente eso… OK, veamos qué es lo que viene primero: ¿letra o música? Usualmente, la música llega primero. Luego, hago de ella un mantra, la toco una y otra vez. Escucho esos acordes y me digo: ‘OK, aquí es donde va la nota más alta y ahí se concentra la mayor fuerza, entonces la idea más importante tiene que venir acá porque es el pináculo de la música’. Y así es como saco la melodía. Y vuelvo a ella una y otra vez como hizo McCartney con ‘Yesterday’, que empezó siendo ‘Scrambled eggs do do do do do do do do’, o me limito a la fonética. Después pasa algo, tal vez es cuestión de un día o llega en otro momento de la semana. En algunos casos me tomó hasta siete años tener el argumento de la historia que estaba pidiendo esa música”.

–A propósito de la pintura para aclarar la cabeza, parece como si pintar fuera algo que la reconforta.
–No, se trata de procesos mentales diferentes. Lo que pasa con la poesía es que una le da vuelta al pensamiento. Hay una estimulación de algún tipo. Así que una observa el proceso de pensar, lo cual es anti-budista. En lugar de intentar vaciarse de pensamientos, lo que es el principio de la meditación, con la poesía uno somete la cabeza a todo tipo de esfuerzos lingüísticos. De golpe, en términos lingüísticos, mis patrones de pensamiento se llena de aliteraciones. Entonces es cuando vale la pena buscar algo entre las melodías en las que se está trabajando. Pero es exigirle a la cabeza para encontrar lo correcto, lo bueno y lo mejor. Con la pintura, el proceso mental es distinto.
–¿Hay que sacarse de encima los pensamientos?
–Es como mediatar. Sucede por sinapsis, es un zumbido en los cables. Algo no verbal. El discurso fue silenciado. Se trata de un espacio mental distinto del de la poesía.

Gomeishi preguntó entonces: “¿O sea que la poesía y las letras de las canciones son más cerebrales?”. A lo que Joni Mitchell respondió: “¿Y a usted que le parece?”. Como el periodista dijo que suponía que sí, ella dijo: “Usted observa cómo trabaja su cabeza desde otro punto de vista y empieza a robarle cosas: ‘Oh, ese es un buen pensamiento; ése, no. Oh, muy pintoresco; uy, no se trata de eso’. Así es como escribo: hay un cerebro y un proceso analítico en juego. En la pintura, el proceso analítico aparece de vez en cuando como una orden: ‘rojo en el extremo superior, las narices demasiado gordas’. Es como meditar o como una pintura mental zen, mientras que escribir, desde un punto de vista budista, es más neurótico. Una termina loca”.

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