No. 65 / Diciembre 2013-Enero 2014 |
Calle Francisco Sosa Cubrir la calle entera, adar como la lluvia, extender mi pisada de una esquina a la otra. Me alegrará mojar los ecos del asfalto, navegar por las grutas del empedrado aquél, templar la entraña del adoquín que hierve por debajo. Me hará feliz marcar la ruta ampliada del caminar del agua en cada recoveco, en el rincón insólito que esconden las esquinas y reposar después a varios pies de altura, sobre nubes flotantes que se asoman a un charco. Seis y diez Afuera de la casa, una jauría de pájaros persigue escandalosa la fuga de la tarde, mientras la lluvia tímida persiste en darle voz a los tacones, que vuelven del trabajo con muchos pasos menos. Adentro de la casa, el ave del silencio no para de volar. No hay timidez que suene, no hay música. Solo me estoy, gastando, me estoy un poco menos, mutilando las horas en espera de los pasos felices de tu vuelta. Ovejas Pacíficas buscamos la alegría en el corral de siempre, en ese pastizal familiar y monótono. Trasquílame y verás el verdadero rostro del vencido, del que no patalea ni para resarcir la dignidad rapada. Trasquílame y verás con claridad mi sitio, mi hogar en el rebaño, esa oveja aburrida. |
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