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portada-lapidario.jpg Lapidario
Iliana Rodríguez
Fósforo,
México, 2013.

Por Diego Espíritu
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No. 65 / Diciembre 2013-Enero 2014




Habrá que leer Lapidario de Iliana Rodríguez bajo un audaz ejercicio de formas, a través del cual sus poemas se nos presentan atravesados por las propiedades a veces mágicas de gemas y minerales. Así como Alfonso X relacionó el poder de las gemas  con la astronomía de su tiempo, Iliana busca dar cuenta de las inquietudes que permean su voz desde la actualidad,  mediante la fastuosa construcción pétrea que es su poemario.  El ejercicio poético de Lapidario es la cuidadosa elaboración de una pared luminosa,  donde cada poema es un dique del que brota un particular destello por verso.

La estructura del poemario guarda una estrecha relación entre el índice de gemas y minerales con el índice de los poemas. A cada roca Ileana reserva un singular canto: cada verso se construye como un homenaje declarado al ámbar, diamante, esmeralda y un largo etcétera hecho de guijarros. Un rasgo fundamental para abordar la lectura del trabajo de Iliana, son los fragmentos que funcionan como citas a manera de preludio de cada poema.  Cada alusión( a una noticia, a un libro de historia o incluso a un nota de espectáculos) hace las veces del registro lírico bajo el cual se deben leer sus poemas, no sin la libre voluntad exégeta del lector. En “Brisingamen”, por ejemplo:

UN COLLAR de ámbar compré
en un puesto callejero en Riga
Cuando me lo puse, el aliento
se espesó, resina, en mis entrañas.

Las piedras arden:
evocar, como condena,
el voluptuoso peso del amante.

Como diosa se arrancó el collar,
y corrió a los brazos de otro humano

Hay que decir que no hay recurso alguno que resulte baladí, pues toda estructura busca encontrar su destino útil y funcional dentro de cada poema: desde el uso de cursivas como acotaciones hasta la evidente manipulación de las mayúsculas para llamar la atención al inicio o durante un verso. Así, los poemas van formando una delicada pero sólida capa de colores, cuyo lenguaje elegante juega con el lector de estrofa en estrofa y de verso en verso. Sin embargo, el mayor mérito podría recaer en la fuerza de las imágenes que logra construir Ileana al echar mano de amatistas y carbón, de  esmeraldas y heliotropos. Hay lugares favorecidos por Iliana para una pléyade de rocas de más de dos poemas: al carbón y al diamante. Como consecuencia, su lenguaje oscila tanto como lo hacen las formas y los colores, al permitirse pasearse con pericia en la lengua al enunciar poéticamente lo cotidiano o fantástico.

Aunque a primera vista la voz de Iliana pueda verse ensombrecida por su atrevimiento formal, el tono rocoso de sus poemas termina por consolidar un efectiva sinergia poética con el ornamento que tanto ilumina: no hay abigarramiento formal que pueda malinterpretarse como un capricho groseramente barroco, Iliana es igual de original en el sentido de sus poemas como en la forma. Es muy fácil poder caer en la trampa del falso reproche, donde el lector de poesía poco avezado podría encontrar en sus glosarios la apología de sus poemas; dirían, tal vez, ¿No acaso el verso debe defenderse por sí solo?. La voz de Iliana brilla a través de su sensibilidad, pues logra capturar los dones del mundo en una piedra: presa de una imagen, el pulso de la naturaleza se nos muestra a través de la obsidiana o el rubí, del cuarzo y la esmeralda. El yo lírico se desenvuelve en una pesquisa de emociones privilegiadas para el poeta, pero puestas a disposición de cualquier lector a través sensaciones, sonidos y miradas:

SE COMERÁN mi corazón.
Los gusanos comerán mis ojos.

Sea, pues, sepultada con un cristal de roca
donde los dioses lean
mi secreto nombre.
El nombre que llevaré, descarnada,
para que me llames en la eternidad.

Podemos decir que los poemas de Iliana Rodríguez son poderosos por ser esenciales, y en ningún momento requieren de una advertencia previa. Su ritmo abona para una cadencia tranquila, pero certera en el que la coda la da la impresión que se deja al final de cada verso. Así, los poemas de Lapidario se nos presentan a veces como una serie de historias engarzadas a las gemas y otras veces lanzados al viento como el jade o el lapislázuli.  El tratamiento de Ileana linda en ocasiones con lo narrativo, sin menoscabar nunca su fuerza poética. Nos obliga a preguntarnos ¿Será suficiente un poema para hablar de la vida presa en una gema?