No. 67 / Marzo 2014


Obra vida y punto 
Por Teodosio García Ruiz
 

 

A la usanza de los discursos de los años setenta y ochenta, podemos decir que Fernando Nieto Cadena es uno de los poetas más vitales, humanos, vigorosos y leales a la práctica, enseñanza, fomento y desarrollo de la poesía en las comunidades donde se asienta. La trascendencia de su poesía no alcanza en estos momentos los raitins de popularidad que tuvieron en algunos momentos autores como Pablo Neruda, Juan Gelman, Mario Benedetti o Vicente Aleixandre. Y es que ante sociedades que son más lectoras de la imagen y del audio, las que han dejado la vértebra textual de lo que emociona y energiza al yo poético, al yo social y al yo épico, la poesía de Fernando Nieto transita como las ondas de baja frecuencia que al contacto emocional con el lector, expanden la energía anímica y emocional que es la verdadera poesía.

Los primeros libros de este autor muestran un asomo irreverente a las formas tradicionales de la poesía, pero más allá de esa frívola actitud, el poeta se instaura en una posición privilegiada que le permite, desde un peñón enunciativo, cantar, cuestionar, elogiar, criticar a las hordas animosas de la cultura, y de los grupos humanos.

Aunque el ego en la vida de cualquier ser es fundamental, en Fernando Nieto Cadena es un fundamentalismo poético. De ahí, que al igual que Octavio Paz o Enrique Molina, superen las emociones con cierta dificultad y piensen y trabajen para el lector con una postura de comunicar intensidades, y no de anotar tantos en los records de la historia literaria.

Sin embargo, frente a las motivaciones que  se enumeren, Fernando Nieto Cadena está consciente de los conocimientos, habilidades y actitudes que deben ejercerse en la creación artística. A pesar de esa maravillosa crisis de valores, caída de regímenes, irrupción de discursos y abatimiento de paradigmas, nada, absolutamente nada ha cambiado en el ser poético que es Fernando Nieto. Más aún, su persistencia, su apego a la lectura y escritura, el entusiasmo y la vitalidad de los procesos de creación, han nutrido a la comunidad geográfica y lingüística en la que se desenvuelve.

Los poetas extranjeros que llegan a radicar a una comunidad, ejercen un seductor papel de hechiceros, padrotes, maestros o compañeros de juergas creativas. Fernando Nieto ha cumplido con el papel de creador aún en tiempos difíciles para la lírica. Desde joven, ya era dueño del campo simbólico de su disciplina. Las habilidades para toda la vida que se han incorporado en su discurso poético, se aprecian entre otras, con la función poética del lenguaje, aquélla que crea su propia realidad, su leyenda nutrida, corregida y aumentada.

La más reciente publicación de este autor es Duro con ella, título sugestivo con el que Fernando Nieto reúne algunos de sus libros que abarcan brevemente el periodo de 1971-1996.
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Fernando Nieto lleva al extremo el uso del yo. Su característica discursiva, propia de la poesía de los años sesenta, setenta y ochenta, le particularizan y distinguen por la continuidad y la exploración verbal. Fernando Nieto Cadena lleva la experimentación verbal desde el fluido genético de la enunciación: como digo que digo y me desdigo.
Este volumen, Duro con ella, es un libro que no solamente reúne veinticinco años de la producción poética de un autor, sino que es una reveladora y exitosa huella de un itinerario creativo en la construcción de un lenguaje, voz propia, poemas y significados que como un monumento simbólico se coloca ante nosotros. Leer este libro es leer una vida, que nos edifica y hace resplandecer. La vida de un poeta aparece aquí con todas sus tribulaciones, amores, ternuras, afectos y fobias. ¿Qué es lo que busca y representa la obra artística? Decir, comunicar, construir significados que logren emocionar a los seres culturales y sociales que se activan cuando leemos un texto, una producción artística o el bramido de la fiera en la jungla. Simple y sencillamente, nos significa, nos lee. Este libro, como brevedad de intensidades, lo hace.




Foto de Fernando Nieto Cadena, cortesía de Alejandro Breck.