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No. 67/ Marzo 2014



Andrés Neuman
(Buenos Aires, 1977)



El pozo del padre


Vengo de ver el pozo del padre donde abrevo, la ternura ganada sorbo a sorbo, esa que sube dentro del balde y tiembla cuando un brazo la busca, el pozo en las mañanas, el padre que me muestra la fuerza posterior de un bíceps fofo.

En el brazo peludo de la bestia, donde insiste el legado progresivo, se esconde el movimiento redoblado de aquel que, estando inmóvil por falta de potencia, contempla y comprende, comprende y calla.

Sé que no soy la bestia y que la madre estuvo alzando la balanza para que no se desplomara una mitad, ni la oscura de trapos ni la más incandescente.

Sé que no soy la bestia, me negué bestialmente, pero a veces un brazo, hundido en el sofá que se hunde como un pozo, emerge de su invierno para tocarme ahí.

Acá, me dice el brazo, está nuestra desgracia, la estoy iluminando para ti.





Ecuación apártida


Vengo de ver banderas como turbantes calvos, la carne picada en la cabeza del patriota, hay un perro durmiendo en cada puño cerrado, si levanto una pierna la escoba me delata.

Estoy seguro de que dudo un poco, del árbol de la ciencia cuelgan nidos de trapo en los que pían ecuaciones a medias, se inclina el horizonte como el perfil de alguien palpándose la muela que dolía.

Patriota, abre esa boca y tu himno tendrá la dicción de la carie, la adicción odontóloga de extraer el trofeo con dolor, vengo de ver flamear lo que está quieto, un ciudadano ondula y un héroe se endereza, no quiero que me salven ni salvarte, hay una mosca épica desenfocando el mástil.