...................................................................

portada-zambrano-baja.jpg Cinosargos
Silvia Zambrano VersodestierrO,
México, 2012.

Por José Manuel Ruiz Regil
.....................................................................

No. 67 / Marzo 2014


 

Bestiario de amor (Bestiaire d’ amour) es, según creo, una pequeña joya literaria. Su autor, Richard de Fournival (1201-1260) fue un hombre de vasto conocimiento y de aficiones varias: clérigo, cirujano y poeta. Escribió obras relacionadas con las matemáticas, la alquimia, la astronomía, la filosofía, la música y la literatura, además de una autobiografía. Bestiario de amor puede leerse también como un tratado filosófico. Su composición, no obstante, hace de él un libro único en su género, lo que redundará en una obra fuertemente impregnada con el hálito de la poesía, o dicho mejor, de lo poético. Señala la cuarta de forros: “El tema del amor cortés era común en el mediodía francés del siglo XIII, como también lo era el bestiario, pero estos géneros nunca antes se habían combinado. Al contar y cantar los éxtasis y las agonías de su amor no correspondido, Richard de Fournival cambió los signos de su discurso”. Del discurso del bestiario, se entiende, para así otorgarle su autor el carácter que deseaba transmitir: persuadir a la amada de que su rechazo obedece a una “historia natural” en mucho semejante al apropiado o inapropiado –según sea el caso y el objetivo a demostrar– comportamiento de ciertos animales o aun de ciertas criaturas mitológicas (la sirena, el unicornio, Argos, la hidra o el dragón) de las cuales se hablaba todavía.

El Bestiario de amor se compone de un prólogo, 57 ejemplos de animales y un epílogo, afirma Rafael Antúnez en su cuidada introducción. Es muy probable que se refiera a la obra original, puesto que en la presente edición se contabilizan 49 ejemplos (en algunos se repiten los animales, como son los casos del lobo, el león o el cocodrilo), y se carece de epílogo. Sea como sea, cada ejemplo con su respectiva “enseñanza” irá hilvanando el siguiente modelo aleccionador –valga la redundancia– en la forma de otro animal. Hubiera sido provechoso que el traductor –el propio Antúnez– indicara la fuente de su versión. Se intuye que traduce del italiano y no del francés (o por lo menos de un francés más cercano) por las constantes citas que hace en su prólogo de estudiosos italianos. Con todo, la traducción es loable.  

Por la época en que le tocó vivir, Fournival representa al fin y al cabo al hombre de creencias medievales, de ideas establecidas acerca del amor idealizado. El enamorado (y no el amante) ante la doncella inaccesible quien, por decir lo menos, ha de convenir exclusivamente en una sana amistad y, por decir lo más, ha de despreciarle. Sin embargo, la manera de concebir a través del bestiario el arte amatorio, que en algunos momentos poco tiene de cortés y sí mucho de conocimiento de la naturaleza animal y humana en general y femenina en particular, halla en su Bestiaire d’ amour un medio ejemplar. Más adelante, obras como El Decamerón de Boccaccio o el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, vislumbrarán con pasos agigantados el espíritu renacentista, en donde se habrá de romper con la vetusta noción del amor sacralizado.