Lenguas originarias


Por Kalu Tatyisavi
 

lenguasorig-67-chicangana.jpgLa lengua Quechua, Quichua o Ketchua según la variante o como deseen escribirla, es la lengua originaria más numerosa de América Latina, hablada en más de media docena de países: Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Colombia, y con una cantidad de hablantes cercana a los seis millones. Esto lo ubica con un enorme caudal de poetas, uno de ellos es Carlos Huamán, cuyo trabajo fue comentado en Periódico de Poesía núm. 57. Ahora abordaremos algunos poemas de Wiñay Mallki “Raíz que permanece por siempre” cuyo nombre oficial es Fredy Chikangana y quien se presenta así: “Poeta indígena de la Nación Yanakuna Mitmak del Sur-Oriente del Cauca, Colombia.”

No. 67 / Marzo 2014 


Lenguas originarias
La lengua quechua
Wiñay Malki

Por Kalu Tatyisavi
 

 

lenguasorig-67-chicangana.jpgLa lengua Quechua, Quichua o Ketchua según la variante o como deseen escribirla, es la lengua originaria más numerosa de América Latina, hablada en más de media docena de países: Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile y Colombia, y con una cantidad de hablantes cercana a los seis millones. Esto lo ubica con un enorme caudal de poetas, uno de ellos es Carlos Huamán, cuyo trabajo fue comentado en Periódico de Poesía núm. 57. Ahora abordaremos algunos poemas de Wiñay Mallki “Raíz que permanece por siempre” cuyo nombre oficial es Fredy Chikangana y quien se presenta así: “Poeta indígena de la Nación Yanakuna Mitmak del Sur-Oriente del Cauca, Colombia.”

Si leemos parte de su currículo tomado del libro Kentipay llattantutamanta. El colibrí de la noche desnuda, Bogotá 2008-2011, Ediciones Catapulta, nos damos cuenta que se trata de un poeta viajero y conocedor; viajero en el sentido interno y externo, y conocedor por la característica de sus poemas; valga entonces ampliar la información para acercarnos a su poética, tomando una cita que él mismo elaboró: “el retorno a la memoria y aprehensión de los colores desde la Madre Tierra, el amor, la vida y la muerte.”

La memoria es un tema recurrente, válido, complicado, amplio y escurridizo, porque no basta con buscarla en los rincones históricos o lingüísticos sino hacer propuestas desde la historia, cultura, arte; cuestionar las metodologías académicas y burocráticas. Por citar sólo una voz, la de Eduardo Subirats quien en Una última visión del paraíso, ha dicho sobre ella: “Nuestra memoria de un pasado edénico, la conciencia de una edad histórica en que los humanos convivían con los dioses en el medio de una naturaleza armónica y una comunidad igualitaria, ha sido reiteradamente oscurecida y eclipsada. La civilización cristiana destruyó sus huellas, y selló rápidamente sus puertas bajo el dogma de una culpa fundamental y su subsiguiente redención eclesiástica.”

Wiñay se ha propuesto esta rememoración y posmemoria a través de la creación literaria, a través del ojo lírico y del sentimiento sublimado dice en su poema Al caer la tarde: “Nosotros hijos Yakanunas /  al entrar la noche / seguimos cantando.” Es decir, el poeta ubica cultural y temporalmente el espacio de dónde proviene: Nación Yanakuna. Llega la noche otra vez o mejor dicho, no ha terminado la noche, pero seguimos cantando, esto como esperanza y deseo permanente. En el poema El río, dice: “Soy ese pez que salta de las orillas del misterio / tambor que zumba bajo el agua / gota que se abraza con el viento / en este viaje tan corto y silencioso.” Ritmo y música, imagen y metáfora; el poeta como misterio, viento y silencio. Sin duda, Wiñay siente y ve al río como sociedad y movimiento, se sabe pequeño y caminante.

La auto denominación de la lengua es Runa shimi que lo encuentro traducido como “Lengua de la gente”. Bien hecho, sin duda, primero: cada quien tiene derecho de llamarse como guste. Basta de acartonamientos antropológicos e históricos; segundo: al decir lengua de la gente, se entiende: lengua comunicacional, lenguaje que busca al otro, voz que sale de adentro, palabra que retoma lo originario como en su poema Sonido del viento: “El sonido del viento trae la voz de los muertos / la voz triste triste y ausente / la que se mete por las hendijas de la puerta / astillada”. Los muertos hablan para quien desea escucharlos, para quien retoma los legados milenarios, para quien voltea la mirada pues ninguna cultura fue o es inocente.

Un libro casi nunca está del todo redondo y logrado, completo, me refiero a los poemas, pero con este pequeño libro casi hecho de manera manual; por primera vez, no tuve ningún problema en la selección de los poemas, fue al azar. Se nota que el poeta revisó su trabajo y seleccionó personalmente los poemas, parece pues, una antología.

Ante la difícil situación de las lenguas originarias de América, habría que realizar un trabajo como lo hicieron los misioneros, las órdenes mendicantes en el siglo XVI o como lo hacen actualmente las sectas estadounidenses: andar de casa en casa, de comunidad en comunidad, quizá como juglar, cantando y bailando, es decir, sacar el libro de su espacio letrado como son las ciudades o bibliotecas, pero retomando la fuerza de la lengua, construir con ellas el edificio cultural para su permanencia. Pero sobre todo, hay que darle un uso y encontrar la razón de su práctica y validez, quien no lo encuentra todo lo considerará vano, tiempo perdido, pues es muy lamentable la situación de marginación social de la gente hablante de estas lenguas.

Wiñay, tú has visto la flor abrirse, tú has visto el río andar; que tu prédica no sea en el desierto, tampoco puede ser falsa como la demagogia o las religiones burocráticas y corruptas. Tu canto y lectura son alrededor del fuego y tu respeto es a quien nos alimenta: la pachamama, la madre tierra.

Sigamos entonces buscando la memoria milenaria, al hombre creador y lúdico, al que se asombra por la fuerza de la naturaleza. Quien respeta su entorno se respeta a sí mismo. Que la poesía profunda reconozca su raíz en estos tiempos tan devastadores, donde sólo unos cuantos viven en nuestro nombre explotándonos y destruyendo el planeta.



Chhisiyayta

Chhisiyayta
ñucanchisca churi Yanakunas
huayta punchaupi
ñaupag huayumanta
quirun rurinchu rimagpi
cay huillachi yunag,
cay huatas wiñay.
ñucanchisca churi Yabakuna
pagashunam
noganchicunaytaki.



Al caer la tarde


Al caer la tarde
nosotros hijos Yanakunas
en tiempos de flores
de frutos anticipados
hablando en ausencias
haciendo narrar estos días,
estos años, eternamente.
Nosotros hijos Yanakunas
al entrar la noche
seguimos cantando.



Yakupay


Ñucñupay tacanakuy ccochak pok cheqquen
uyaphajahuapi
yuyay cahuinapay jahuapi yakupatatuk
chaypi huanpuna ñocckoñawi jahuapi caruman
mascak koyllurkuna ima chakayta
pura chuya-yaku llipicyapay sachhamanta.
Cay challhuapay ptaima pacasccapatamanta
huyay tinyamanta huray yakupay
suttuy ruphaycaimi wairapaytin
puriypi tacsa mucmikuri.



El río


El leve golpe de las olas sobre mi rostro
recuerda el remar sobre un ancho río
ahí navegan mis ojos sobre el horizonte
buscando las estrellas que se entrecruzan
entre el agua clara y el reflejo de los árboles.
Soy ese pez que salta desde las orillas del misterio
tambor que zumba bajo el agua
gota que se abraza con el viento
en este viaje tan corto y silencioso.



Wayrayaripay


Wayrayaripay apamuy shimicuna
huañukcunamanta
shimicuna llaquiscca illanmiri
yaycuchiycunaima k’atcuraycuna
punkuchayaqque
shimicuna ima chacal sonccoy yuyayri
caru-carumanta
anhacuna pisiri nuqamantacay
cchallallacuna yaku pisicausak illay.



Sonido del viento


El sonido del viento trae la voz de los muertos
la voz triste y ausente
la que se mete por las rendijas de la puerta
astillada
la voz que atraviesa mi corazón y recuerda
desde lo más lejano
lo mucho y lo poco que soy
la leve agua de la vida y ausencia.




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