Octavio Paz en Barcelona


El jardín marino


Por Enrique Juncosa

Recuerdo haber visto a Octavio Paz una sola vez. Participaba, nada menos que con Adolfo Bioy Casares y Álvaro Mutis, en una mesa redonda sobre las ciudades en la Universidad Central de Barcelona. No recuerdo la fecha con exactitud, aunque probablemente fuera a principios de los ochenta. El lugar estaba a rebosar, como era de esperar, ya que los tres ponentes eran grandes celebridades. Mi memoria es también vaga sobre lo que se dijo. Sé que hablaron primero Bioy Casares y Mutis, y que se refirieron a Buenos Aires y a Ciudad de Méjico, las ciudades que habían sido más importantes para ellos. Puede que hablaran también de Barcelona, por cortesía, y puede que incluso hablaran de mujeres. Fuera lo que fuera lo que dijeron, lo transmitieron relajadamente, como amigos que están cenando juntos, y como si no estuvieran ante un público numeroso que les escuchaba con silencio reverencial. Y entonces le llegó el turno a Octavio Paz, y esté, a diferencia de sus compañeros, se puso a leer una conferencia larga y estupendamente escrita sobre el tema para el que habían sido convocados. Prácticamente, nadie pudo volver a hablar hasta que llegó el turno de las preguntas. El asunto me pareció algo antipático entonces, pero Paz fue desde entonces mi modelo perfecto de escritor profesional.

No. 68 / Abril 2014


 

Octavio Paz en Barcelona


El jardín marino
Por Enrique Juncosa

 

jardin-68.jpgRecuerdo haber visto a Octavio Paz una sola vez. Participaba, nada menos que con Adolfo Bioy Casares y Álvaro Mutis, en una mesa redonda sobre las ciudades en la Universidad Central de Barcelona. No recuerdo la fecha con exactitud, aunque probablemente fuera a principios de los ochenta. El lugar estaba a rebosar, como era de esperar, ya que los tres ponentes eran grandes celebridades. Mi memoria es también vaga sobre lo que se dijo. Sé que hablaron primero Bioy Casares y Mutis, y que se refirieron a Buenos Aires y a Ciudad de Méjico, las ciudades que habían sido más importantes para ellos. Puede que hablaran también de Barcelona, por cortesía, y puede que incluso hablaran de mujeres. Fuera lo que fuera lo que dijeron, lo transmitieron relajadamente, como amigos que están cenando juntos, y como si no estuvieran ante un público numeroso que les escuchaba con silencio reverencial. Y entonces le llegó el turno a Octavio Paz, y esté, a diferencia de sus compañeros, se puso a leer una conferencia larga y estupendamente escrita sobre el tema para el que habían sido convocados. Prácticamente, nadie pudo volver a hablar hasta que llegó el turno de las preguntas. El asunto me pareció algo antipático entonces, pero Paz fue desde entonces mi modelo perfecto de escritor profesional.

En los noventa Paz volvió a Barcelona a dar una conferencia en el Museo Picasso, tal vez participando en un ciclo sobre las vanguardias. No asistí a su conferencia, pero recuerdo que se comentó mucho que había dicho que los movimientos de vanguardia habían tenido algo de sectas religiosas. Ese comentario a mí me pareció y sigue pareciendo acertado, teniendo los líderes de aquellos movimientos, pensemos por ejemplo en André Breton, grandes tentaciones dogmáticas. Sin embargo, las palabras de Paz no fueron bien recibidas. De nuevo, sin embrago, me impresionó la forma de ser de Paz como escritor. Era el autor de un libro estupendo sobre Duchamp, pero podía ser crítico con el papanatismo de muchos de sus seguidores. Lejos de ser alguien que sólo quiere seducir, Paz demostraba integridad.

El libro que más me gusta de Paz es El mono gramático. Un libro tan extraño como bello y fascinante. Y me gusta por la forma en que funde reflexión sobre el lenguaje con la expresión poética misma. A partir de dos paisajes, un jardín inglés y un templo dedicado a los monos en la India, Pazhabla de los límites del lenguaje para explicar el mundo, y como la poesía es una crítica del lenguaje al revelarnos su incapacidad. Los paisajes que describe se convierten en metáforas del pensamiento, al tiempo que éste se desarrolla de forma arbórea, y también cristalina, fundiendo lo exterior con su interiorización. Paz era tan filósofo como poeta, y eso hace de su poesía, aun investigando su potencial desde la expresividad de lo irracional, tan seductora y atractiva.



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