No. 68 / Abril 2014


“¿No te gustó mi vida?” 

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

 

Al igual que Walt Whitman, Juan Ramón Jiménez conjugó la racionalidad de Occidente con la espiritualidad del Oriente. Whitman relacionó el pragmatismo norteamericano con la Escuela Trascendentalista, cuyos miembros adoptaron los principios de la espiritualidad persa del medioevo. Juan Ramón Jiménez escogió la fuente de la religión hindú a través del poeta bengalí Rabindranath Tagore (traducido al español por su esposa, Zenobia Camprubí). Tagore (1818-1892) recibió el Nóbel en 1913, y Juan Ramón (1881-1958) lo recibió en 1956.

La primera poesía de Juan Ramón Jiménez, publicada antes de cumplir 20 años, estuvo influenciada por el simbolismo francés y el romanticismo alemán, pero sus siguientes publicaciones estuvieron matizadas por la preocupación filosófica y la indagación espiritual que se definirían con más fuerza su última producción. Platero y yo (1914)no fue un “presentimiento figurativo” de Animal de fondo (1944), aunque ambos títulos pudieran ser equiparados por sus íntimas o simbólicas relaciones entre la conciencia del yo y la conciencia del mundo tangible (e intangible).

Ya en Platero“el autor dice que ‘pozo’ es una palabra honda”, que “la cruz es un triste y largo pensamiento” y que “la soledad es un gran pensamiento de luz”. Su lirismo de profunda raigambre luego permeó, sublimando, los temas en La soledad sonora, 1911, Sonetos espirituales, 1917, Eternidades,1917, y Piedra y cielo,1918,hasta formar la gran interrogación existencial que se desborda (junto a Tiempo) en el largo poema Espacio, la primera parte de la autobiografía de Juan Ramón en verso libre publicada en 1943:

… En medio hay, tiene que haber un punto, una salida; el sitio del seguir más verdadero, con nombre no inventado,  diferente de eso que es diferente e inventado, que llamamos, en nuestro desconsuelo, Edén, Oasis, Paraíso, Cielo, pero que no lo es y sabemos que no lo es […] Y el idioma, ¡qué confusión!, qué cosas nos decimos sin saber lo que nos decimos. Amor, amor, amor (lo cantó Yeats) ‘amor en el lugar del excremento’. ¿Asco de nuestro ser, nuestro principio y nuestro fin; asco de aquello que más nos vive y más nos muere? ¿Qué es entonces la suma de lo que no resta; donde está, matemático celeste, la suma que es el todo y que no acaba? […] Yo oigo siempre esa música que suena en el fondo de todo, más allá; […] Espacio y tiempo y luz en todo yo, en todos y yo y todos! […] el sol que nunca más me dejaría los huesos solos […]‘Y para recordar por qué he venido’ […] ‘Y para recordar por qué he nacido’ […] ‘Y para recordar por  qué he vivido’ […]  ¡Qué inmensamente hueco me sentía! […] Y en el espacio de aquel hueco inmenso y mudo, Dios y yo éramos dos […]¿Y no podremos ser por siempre lo que es un astro hecho de dos? No olvides que, por encima de lo otro y de los otros, hemos cumplido como buenos nuestro mutuo amor. Difícilmente un cuerpo habría amado así a su alma [….] ¿No te apena dejarme? ¿Y por qué te has de ir de mí, conciencia? ¿No te gustó mi vida?

En Animal de Fondo, 1944, publicado un año después de Espacio, reverbera sin embargo el tono de paz y conciliación:

“La trasparencia, dios, la trasparencia”

Dios del venir, te siento entre mis manos,
aquí estás enredado conmigo, en lucha hermosa
de amor, lo mismo
que un fuego con su aire.


Y al año siguiente aparecen los textos de Dios deseado y deseante, 1945, trasluciendo nuevamente la profunda inmanencia de la religión hindú en la obra de Juan Ramón Jiménez:

 

El olear del mediodía canta

Tú me significaste
la belleza que yo canté y conté que era
una belleza verdadera y siempre venidera:
la belleza que yo te había designado,
dios deseante y deseado,
como dios de mi vida conseguida;
que tú estabas conmigo
y que el mundo, contigo, era mi amigo.


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