Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Sobre Octavio Paz


Por Argel Corpus

 

Ignoro si a la obra de Paz se le puede dedicar toda una vida de estudio. Lo que no ignoro es que ella, junto con la de otros escritores mexicanos del siglo pasado, es repensada desde la trinchera de la academia, desde el ensayo personal, desde la imitación estilística, e incluso, puedo imaginarme que alguien mientras escribo estos renglones la está descubriendo y se quedará con ella para siempre. Esa es la fuerza y el privilegio de la obra de Paz. Sin embargo, a pesar de toda su seducción y de toda la inspiración que es capaz de producir, hay algo que siempre me ha parecido una flaqueza. Y es que a veces siento que el español de Paz es intenso, pero poco preciso. Al leer su prosa, por ejemplo, siempre la encuentro apasionada y radiante, pero estas son cualidades que se comunican por su ritmo, no por su sentido. La famosa definición de poesía que escribe en El arco y la lira: “el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal” es seductora porque esencialmente es un arrebato poético, pero en cuanto uno la desviste de ese fuego iridiscente entonces queda una afirmación ingenua: “la poesía es armonía universal”. Y, no obstante, esta definición ha quedado grabada en la sensibilidad de muchos lectores, es decir, es una definición cuyo lenguaje (ritmo e imágenes) ha hecho el milagro de convertirla en un texto memorable.

Me pregunto si de mi ejemplo se pueden establecer leyes más generales, es decir, si es verdad que la definición de Paz es memorable debido a su ritmo (y no a su sentido) ¿será esto un síntoma de la relación que Paz estableció con el lenguaje y que es, como en el caso de todo buen poeta, rítmica antes que de significado? ¿será que esto pueda explicar la prolijidad y las flaquezas de la obra de Paz? Estas dudas ya las despejará alguien más. Por lo pronto quiero regresar a la idea central de este texto: el lenguaje de este poeta es memorable. Y así, de memoria, escribo estos versos que desde que los leí por primera vez me encantaron: “Nace de mí, de mi sombra/amanece por mi piel/alba de luz somnolienta.//Paloma brava tu nombre/Tímida sobre mi hombro.” Estos versos no sólo me gustan porque esconden al sol, ni tampoco porque entre el sol y “tu nombre” (ese es el título del poema) se establece una analogía que es el centro anímico del texto, sino por algo que tiene que ver con el ritmo. Los últimos dos versos son perfectos en tanto que el patrón rítmico del primero se replica en el segundo pero invertido: Paloma brava tu nombre, en donde la terminación femenina de “paloma” y “brava” encuentra su remate y descanso en “nombre”.Este patrón, como dije, se invierte en el último verso: “Tímida sobre mi hombro”. Apenas estamos apreciando a la a cuando ya escuchamos con toda su fuerza el sonido masculino de la e y la o. Este equilibrio, que sin duda está en consonancia con el tema amoroso del poema, es lo que le da a estos versos de Paz toda su fuerza y originalidad. Así, lo que encuentro como una flaqueza en su prosa se vuelve virtud en su poesía. Celebremos, entonces, la poesía de Paz y leamos con reservas sus ensayos.