Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Paz, el arco, la lira, la imaginación y su actante


Por Mario Javier Bogarín Quintana

 

En el centenario de Octavio Paz, recordamos la faceta teórica de vocación ensayística, a más de forma de su expresión poética, como una formulación acerca de lo que en Gilbert Durand encontramos como isodinamia, con claras raíces en la teoría de la poética de Gaston Bachelard. En efecto, este componente del imaginario como manifestación de la imagen en tanto que compilación de estímulos es el mecanismo interno teorizado por el filósofo francés para señalar la objetivación del sentido poético, es decir, en un lenguaje más llano, la violencia de la palabra, que irrumpe en el mundo para provocar el desarraigo de las palabras, mismas que son despojadas de su significación para pasar a formar parte de un reino nuevo, el de la poesía.

Lo más valioso de este Paz, el de El arco y la lira, es la ubicación de la palabra en un movimiento oscilatorio, polivalente, en el decir poético irreductible a otro decir, donde la palabra, su materia prima, ya no es una palabra (con sus componentes morfológicos y sintácticos), sino una imagen. Esta imagen, que por su parte todavía no es la “imagen poética” con la que se solaza el crítico, es en realidad la composición de una intuición, la misma que en la creación poética, para los teóricos de la estructura a lo Durand, que echa raíces en una imagen evocada e, isodinámicamente, da lugar a su expresión en palabras gracias a su carga emotiva para señalar, por una rendija, la existencia del mundo alternativo propuesto.

Cuando Paz recuerda que el gran poeta es aquel que trasciende los límites de su lenguaje, sirviéndolo, y que de ahí es de donde surge la imagen, no está señalando sólo una mecanismo operativo del quehacer poético, sino que apunta el camino transformacional del mundo, desde sus realidades, hacia su destino en el papel. Aunque esta es ciertamente una analogía fácil, su ruta operativa es el eje de la propuesta teórica de este libro esencial del de Mixcoac. La obra en la que adelanta el funcionamiento del análisis literario donde se recuperaría, para las décadas siguientes, la obra de Bachelard.

El ensayo de Paz en 1956 es un antecedente obligado para calibrar el impacto que en nuestra poesía ha tenido el corpus teórico del imaginario aplicado a la creación literaria. Vemos en la aproximación-trascendencia de Paz la ubicación de lo que estudios académicos considerarían como la isodinamia en tanto que la transformación mental de los sentidos que se vuelven poesía. Octavio Paz fue  preclaro en esta profecía del poesía como metáfora de los temas obsesivos, repetitivos, en el poema como “casa”, origen y destino de los deseos del poeta y, en consecuencia, del lector.

Estos términos, los de la casa, el origen, las metáforas y las obsesiones como destino cálido y seguro para el destinatario de la poesía, obedecen a la configuración actancial de componentes dentro del ciclo poético que se plantea como el mismo recorrido de la metaforización en tanto que proceso de comprensión/estar en el mundo, como compilación de las imágenes y figuras que ocupan espacios vacíos, alejados, como Paz advertía, de sus orígenes primigenios en el significado de las palabras, para que estos actantes se conviertan en la base operativa de las circunvoluciones de la imagen, del deseo, de la proyección, en este caso, de una profecía paceana sobre el sentido de la poesía, de su utilidad humana, de su vocación cósmica.

Sea pues, este texto imperfecto (¿poético, entonces?), una invitación a leer el principalísimo trabajo de Octavio Paz en torno a la significación poética y la configuración de sentidos en el lenguaje. El arco y la lira nos sigue indicando nuevas rutas a seguir para entender, de preferencia, a la teoría literaria desde la literatura misma. Una forma de sernos fieles a nosotros mismos en tanto que lectores.