Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Una casa, un jardín 


Por Ricardo Pohlenz

 

Hay un momento en el que Octavio Paz, que vive en Delhi, escribe sobre Marcel Duchamp. Se pasa toda la tarde en el jardín de una casa, hace sol –esto es sólo una suposición- y mientras escribe y piensa y mira imagina que tal vez la casa y el jardín se mueven como se mueven sus sombras. Es algo que se te podría ocurrir al final de la tarde, si estás en un planeta lleno de casas y jardines que gira como un tiovivo en el espacio sideral -ese afuera desperdigado que para Paz se opone al interior que se revela desde hace tanto tiempo en los jardines de las casas. Duchamp, mientras tanto, trabaja todavía en un localito comercial de la Calle Once en Manhattan. Pasarán todavía tres años antes de que Anne D’Harnoncourt y Paul Mattise vengan a desmantelar la instalación que ha dejado Duchamp en ese lugar para llevarla a Philadelphia. Para entonces, Duchamp está muerto. Tres años después, Paz describirá esta instalación como un “ensamblaje”. No lo hace en Delhi, lo hace en otro lugar –siempre en otro lugar. Mientras tanto, falta un rato para que Paz escriba esto; todavía no ha visto la foto de la cascada que tomó Denise Brown Hare, a instancia de Duchamp. Está la cascada, están Duchamp, su esposa y su hija sentados a la mesa de lo que puede ser otro jardín de otra –siempre otra casa.


* Texto preparado para Diario de poesía (2014) en el Año del centenrario de Julia de Burgos y de Octavio Paz.