Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Una violencia llamada Paz 


Por Rafael Courtoisie

 

Construir un mundo expresivo excede los límites de lo verbal. La construcción de un mundo expresivo, no de un mundo que muestre “el mundo en tanto realidad tangible”, tangible al menos en términos positivistas, no de un mundo mimético sino de una alteridad que se sume a la realidad y a la vez muestre de la realidad sus aspectos insospechados, no evidentes, no crasos,  no es tarea de un día ni tarea de un género literario.

Pero puede ser, sí, tarea de un hombre.

La poesía es la violencia del lenguaje en la medida que lleva el lenguaje -patrimonio social, colectivo- a sus límites,  y los rebasa para expresar lo aparentemente –en términos de “uso” de la lengua, de uso denotativo, referencial- inexpresable.

He aquí un oxímoron: “decir lo inefable”.

Otro oxímoron: “una violencia llamada Paz”.

Una violencia verbal, expresiva, íntegramente humana, llamada Paz, se pone a pensar y a decir el mundo, a pensar diciéndolo (el pensamiento se hace en la boca, según Tristan Tzara). Entonces desaparece una concepción taxonómica de los géneros y aparece lo ensayístico como género verbal que emplea la palabra reflexiva para explorar y decir y crear la realidad, lo poético en la concepción implícita en su étimo -poiesis- (precisamente uno entre muchos títulos es una clave, una llave: La estación violenta), y hasta ciertos elementos del referir y del contar. Todo eso “funda” en Paz una “narrativa” (en el sentido más amplio del término, no en el de manual del siglo pasado), un instrumental reflexivo y en estado deliberante que, a su vez, provoca; todo eso desarrolla un proyecto donde es imprescindible integrar las diversas partes: desde la traducción como experimento semiótico por excelencia (Versiones y subversiones), pasando por lo ensayístico que deja de lado la referencialidad académica y toma mucho de lo que estaba reservado al hacer poético (Los hijos del limo) hasta la confluencia intergénerica que hace coincidir diversidades, entre ellas el gesto narrativo y el texto en prosa de clasificación difícil para los profesores de mente rígida (¿Águila o sol?).

Pero la lista es incompleta: la comprensión verbal de lo icónico, fotográfico, pictórico; la exploración de lo social, de lo político; la textualidad desplegada como meditación abierta en torno a las mentalidades.

Una violencia llamada Paz dice el mundo y lo desdice.

Un Paz, un corpus textual riquísimo, que también se contradice y hasta en esa contradicción, en su signo heterodoxo, muestra una colosal vigencia.


* Texto preparado para Diario de poesía (2014) en el Año del centenrario de Julia de Burgos y de Octavio Paz.