Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Paz y la muerte (estampa) 


Por Víctor Baca

 

Tan sólo tu corazón podrá vencer
el tiempo pues que en diamante lo talló Natura.
Christian Hofmann, S. XVII

 

La muerte no es un límite ni un tránsito sino una abertura; con ella y en ella comienza la gran metamorfosis que nos lleva a la unidad; la vida y la muerte son las dos cosas de la misma realidad, escribía Paz, en recuerdo de cómo enfrenta Rilke la muerte. Abril era el mes que tendríamos que decir que Paz enfrentaría la propia. Su muerte en silencio, me atrevo a pensar que casi pasó desapercibida. El silencio era el reino que habitaba su palabra.

Los escritos acerca de la muerte en la obra del intelectual y poeta más sensible de nuestro país son abundantes dentro de su obra. Gustaba de desentrañar ese inmenso misterio con una mirada que el hombre de ciencia, difícil es que posea. La reflexión en Paz constituía una de las ramas de su propia capacidad creadora y creativa: el poeta al centro. Su silencio nos vela, tranquilo duerme el pueblo.

En 1977, Paz escribe su bello ensayo sobre Villaurrutia. El Nobel nos entrega una joya con sus aristas entre la poesía y la muerte: encuentro entre el poeta diurno y el nocturno. “Descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara/ a cara al medio día”. El hombre y la poesía son los únicos que podrían develar, con imaginación y sensibilidad, sus más íntimas relaciones y sus inextricables caminos. Los encuentros y desencuentros en la vida y obra del autor de Salamandra fueron elementos constituyentes en su vida: la vida y la muerte no son cosas diferentes. En ellas se encuentra toda la materia prima de la creación humana.

La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Escribe en el Laberinto de la Soledad, obra capital de su pensamiento. En él, Octavio Paz busca en el alma del mexicano, de lo mexicano, la razón de su flirteo con la muerte. La soledad y la fiesta se enlazan desde una perspectiva sino más precisa que la psicoanalítica, sí más vívida y verosímil como última y única instancia del poeta. El poeta intuye, antecede a la filosofía. Su decir pleno de claridad y metáforas, busca la luz entre tinieblas, le da realidad a lo real. Aún persiste en Octavio Paz, la voz de Goethe al momento de su muerte. Luz, luz...
Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido y color, tampoco lo tuvo nuestra vida. El historiador, el filósofo, el psicólogo; en una palabra el poeta es al parecer el único capaz de desentrañar el drama de la muerte: Octavio Paz lo hace en el Laberinto de la Soledad.

Desde que su primer libro de poemas aparece, Paz y todos sabían que eran los primeros versos de quien a la postre sería el poeta por antonomasia de nuestras tierras, de nuestro tiempo. No olvidemos que uno de los más lúcidos críticos de nuestro país advirtió ello como profecía: Jorge Cuesta. Leer al poeta joven es un privilegio del vidente. Octavio nació, pensó, escribió poeta.