Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Mi relación con Octavio Paz


Por Ricardo Pozas Horcasitas

 

En 1989 mi amigo, el poeta Manuel Ulacia, me presentó a Octavio Paz con quien mantuve una relación hasta su muerte en 1998. En el primer encuentro con él, me invitó a platicar en la biblioteca de su casa, en avenida Reforma, en uno de los dos edificios, —uno frente a otro— construidos por Alberto J. Paní.

La Biblioteca estaba separada del departamento en el que vivía con su esposa, Marie-José,  ésta era el espacio de sus lecturas, de su escritura y de sus conversaciones, el lugar donde el poeta ejerció toda la riqueza de la palabra, sin embargo, el rincón de sus libros, los que le obsequiaron André Breton, Luis Cernuda o Miguel Hernández, entre muchos otros, estaba en el interior de su casa, ese era el lugar íntimo en donde él se reencontraba con los versos que contenían los rostros de los poetas con quienes había convivido. Al salir de nuestra conversación me mostró ese espacio privado, suyo. Ese fue el lugar que se quemó, que como rito fúnebre incineró el azar, con toda la densidad cultural y privada que guardaba.

Nuestra relación continuó hasta el final de su vida y siempre fue una relación entre dos individuos: una relación cordial y digna, le envié el primer poemario que publiqué, lo leyó y lo que me dijo sobre los poemas, fue y es la materia sólida de una convicción: la de saberse poeta. Conmigo tuvo la generosidad de la madurez y la firmeza del tiempo.

Pasaron los años y continuamos hablando de política y de poesía, ambas son la materia prima de lo humano: el sentimiento agónico y oscuro del poder y la necesidad eterna por lo bello y lo claro. Estas dos pulsiones humanas están siempre en conflicto, son lo que da forma al sentimiento contradictorio de la unidad desgarrada de la vida, ambas, dan sentido a la sociedad y al alma y las dos se acompañan, siempre en conflicto, dando forma a la historia y a la biografía.

En 1996, me envió su último libro, Reflejos: Réplicas con la dedicatoria del amigo que condensa en las palabras el trayecto de nuestro camino: reflexión y poesía, las dos raíces de la condición humana.

En la dedicatoria de su libro me dijo:

paz-pozas.jpg