Pensé que El Tigre en la Casa iba a ser un gran fracaso: Eduardo Lizalde


Por Rodolfo David Gaona

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Una de las plumas más originales y emblemáticas de la poesía mexicana se presentó en el Centro Cultural España el pasado 30 de enero, con motivo de las actividades culturales del recinto. Eduardo Lizalde dio un paseo por sus libros y leyó con su gran voz algunos de los poemas más representativos de sus libros como Cada Cosa es Babel,  El Tigre en la Casa y La Zorra Enferma. Habló también sobre su paso fallido por el “Poeticismo”, la génesis de su libro más aplaudido: El Tigre en la Casa, y sobre su amor por la ciudad.

A las siete de la noche en punto y ante la terraza del Centro Cultural España abarrotada dio inicio la lectura de poesía a cargo de Eduardo Lizalde. Su tocayo y poeta Eduardo Hurtado fue el encargado de introducir la velada por sendos caminos en la poesía del "Tigre". En palabras de Hurtado, la poesía de Lizalde es una “crítica feroz del ser humano y sus degradaciones”.

Eduardo Hurtado dejó el micrófono en manos de Eduardo Lizalde para dar comienzo a su breve lectura-conferencia. Lo primero de lo que habló fue de su debilidad por seguir escribiendo después de 50 años de trayectoria: “La poesía es un material universalmente descartado. Los poetas tienen una condición particular, son seres extravagantes, repelentes”, anunció Lizalde a manera de preludio para la lectura de sus versos.

Lizalde habló sobre la vanguardia poética que inventó junto a su amigo el poeta Marco Antonio Montes de Oca y se refirió a esa etapa como de versos “metafísicos”, atribuidos, en parte, a la edad con que fueron escritos. Poco después, habló sobre su libro más famoso: El tigre en la casa, desenmarañando algunas de sus más grandes curiosidades, sobre todo la génesis del mismo: “Mi amigo Salvador Elizondo me empujó hacia la editorial de la Universidad de Guanajuato para que se publicara”. “Cuando yo lo escribí hubo un rechazo de mis anteriores cuestiones metafísicas. Pensé que iba a ser un gran fracaso”, confesó Eduardo Lizalde. Respecto a la violencia en el libro señaló: “La violencia, la posición destructiva está en todos los autores, no viene del alma del poeta sino de la desgracia del mundo”.

Respecto a la génesis de El Tigre en la casa contó una anécdota que le sucedió con Augusto Monterroso cuyas palabras hacia Lizalde fueron contundentes: “El libro está muy bien pero si vas a hacer un libro con este tema, no incluyas ningún poema positivo. El intento del libro era el de la negrura, la desolación”. Octavio Paz también lo leyó de manera temprana y señaló: “Es excelente el texto pero es enemigo de mi poesía, tal como la de Zaid o Sabines”.

Para finalizar con la charla sobre El Tigre en la Casa, Lizalde se dio a la tarea de leer el poema más antologado de ese libro. El  "IV".

Lizalde también confesó su pasión y debilidad por la ciudad: “Soy un poeta citadino”, expresó. “Por eso escribí La tercera Tenochtitlan, es un poema dedicado a la ciudad”.

lizalde_opt.jpg La gran sorpresa de la velada fue la lectura de haikus de su libro Haikais tigrescos, uno de los que fue escuchado por la audiencia se lee a continuación; en él se muestra gran manejo y contundencia de la imagen poética, tal como ha sido su costumbre a lo largo de 50 años:

       El tigre
       Es una caja china
       De cuchillos

Ante la brevedad y contundencia que requiere la forma poética traída a México por José Juan Tablada, señaló: “un poema breve es tan difícil de realizar (como) uno de mil versos”

Por último, el poeta habló sobre la carencia de buenas lecturas. Algo que inquietó también a su amigo Elizondo quien declaró que sólo los amigos de los autores hacen una buena lectura sobre sus obras, a lo que Lizalde respondió con gran humor: “No nos da tiempo de hacer la obra propia si nos dedicamos a leer la de los amigos”.

Apenas los presentes comenzaban a zambullirse de lleno en las palabras de Eduardo Lizalde cuando finalizó la lectura-conferencia. El tiempo voló al lado del "Tigre" y nada pudo hacerse para alargar la charla del poeta frente a la audiencia. Por último, Lizalde agradeció a cada uno de los presentes.


 

EDUARDO LIZALDE

Que tanto amor se pudra, oh dioses…

Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;

Que se pierda

Tanto increíble amor.

Que nada quede, amigos,

De esos mares de amor,

De estas verduras pobres de las eras

Que las vacas devoran

Lamiendo el otro lado del césped,

Lanzando a nuestros pastos

Las manadas de hidras y langostas

En sus lenguas calientes.

Como si el verde pasto celestial,

El mismo océano, salado como arenque,

Hirvieran.

Que tanto y tanto amor

Y tanto vuelo entre unos cuerpos

Al abordaje apenas de su lecho, se desplome.

Que una sola munición de estaño luminoso,

Una bala pequeña,

Un perdigón inocuo para un pato,

Derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas

Y desgrarre el cielo con sus plumas.

Que el oro mismo estalle sin motivo.

Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa

Se destroce.

Que tanto y tanto, una vez màs, y tanto,

Tanto imposible amor inexpresable,

Nos vuelva tontos, monos sin sentido.

Que tanto amor queme sus naves

Antes de llegar a tierra.

Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,

Niños, animales domésticos, señores,

Lo que duele.

Amor

Aman los puercos.

No puede haber más excelente prueba

De que el amor

No es cosa tan extraordinaria.

Monelle

También la pobre puta sueña.

La más infame y sucia

Y rota y necia y torpe,

Hinchada, renga y sorda puta,

Sueña.

Pero escuchen esto,

Autores,

Bardos suicidas

Del diecinueve atroz,

Del veinte y de sus asesinos:

Sólo sabe soñar

Al tiempo mismo

De corromperse.

Ésa es la clave.

Ésa es la lección.

He ahí el camino para todos:

Soñar y corromperse a una.

No sirve de otro modo

No importa que sea falso:

Cuando tú quieras verme unos minutos

Vive conmigo para siempre.

Cuando simplemente quieras

Hacer bien el amor

Entrégate a mi cuerpo

Como si fuera el tuyo

Desde el principio.

De otro modo, no sirve:

Sería como prostituirse

El uno con el otro;

Haríamos de todo esto

Un gratuito burdel de dos personas.


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