Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Atisbos de otredad


Por Silvia Pratt

 

No es común vivir instantes en que se tiene la impresión de que el cuerpo está fuera del espacio y del tiempo. Han transcurrido casi trece años de aquel frío sábado 25 de agosto, con nubes tan grises que presagiaban lo insólito. En un día así, era una locura visitar el Nevado de Toluca; sin embargo, como teníamos cita para reunirnos, Félix Suárez y su familia, Carlos López, Guillermo Fernández y yo, decidimos concretar la aventura. Además, comentamos, ¿habrá algo más poético que sentir la densa niebla de la cumbre?

Llegamos en automóvil hasta la caseta de vigilancia, donde se nos hizo esperar hasta que se despejara un poco el cielo y, por momentos, nuestra expectativa se veía frustrada. Finalmente, el vigilante miró hacia lo alto y nos dejó proseguir. La sorpresa fue que, a medida que ascendíamos, aquel vaho blanquecino nos iba envolviendo cada vez más; por otra parte, nos tranquilizaba que Guillermo conocía de memoria el camino porque solía ir regularmente a ese mágico paraje.

Por fin en la cima. El cráter del volcán era un auténtico banco de niebla; albergaba, sí, pero no era posible verlo.Nada se distinguía más allá de los brazos extendidos. Nada se percibía, ni siquiera el lago; supe que estaba ahí porque toqué el agua gélida. Me sentía como una derviche enredándome en una especie de capullo brumoso. Hacía demasiado frío. La soledad era un aguijón en los huesos. Por unos segundos el misterio se me revelaba a través de la ausencia del color y de las cosas, no había cielo ni tierra, ni sombras, ni eco: era estar inmersa en una dimensión otra. Silencio total. Sólo la luz amainaba lo terrible;no podía imaginaraquel sitiocubierto por una nocturna neblina glacial con la luna como testigo: debía ser como la noche primigenia.

La temperatura descendía con rapidez y Guillermo comentó que bajaría más, así que era mejor irnos porque corríamos el riesgo de sufrir hipotermia. Nos costó trabajo llegar a los automóviles. Emprendimos el camino de regreso marcados por aquella experiencia. Cada uno sumido en sus pensamientos. Yo no deseaba emitir palabra, prefería el mutismo. Sabía que vivíun episodio único, una realidad hierática, indeleble.