Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Aproximación a la utopía de Octavio Paz


Por Raúl Bañuelos

 

En el pensamiento utópico, según Horkheimer, se critica lo que es y se representa lo que debe ser. En Piedra de sol, Octavio Paz critica las guerras, las mentiras, la corrupción, las esclavitudes, las “máscaras podridas que dividen al hombre de los hombres” y de sí mismo: critica lo que existe negativo en el mundo. Y, en el otro extremo, representando lo que debe ser, arriesga un deseo altísimo: la comunión de todos los seres humanos a partir de la unión completa de la pareja varón-mujer. Se deja de ser “fantasma con un número / a perpetua cadena condenado”. Se encuentra el ser total y en plenitud, Se derrumban los límites, se toca a las puertas del cielo que se abre y recibe a los comulgantes y “todo cambia”, se transfigura, se vuelve otro: sagrado. Las clasificaciones temporales estallan y queda abierto el tiempo sin tiempo: se hace presente el “instante eterno”, “no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres”. Hasta las identidades personales se desbordan como una realidad provisional al  acceder a la máxima estancia. El cuerpo y el alma separados de los dos amadores amantes rompen sus diques y se integran necesariamente en el uno completo, absoluto, que están siendo amándose: “verdad de dos en sólo un cuerpo y alma”, dice el poema. Todo vuelve al mítico primer día, al de la Edad de Oro, al tiempo ideal, al tiempo sin tiempo del paraíso. 

“El mundo se despoja de sus máscaras”, dice, y todo se vuelve claro, limpio y verdadero (“vibrante transparencia”). Todas las cosas, laterales, provisionales, de la existencia, suman su valía y confluyen en la esencia central, la “sustancia de la vida”. Lo que no vale se desbarata, es destruido, cae al vacío. 

Para Octavio Paz la poesía se vuelve en sí misma una rebelión contra la historia violenta, masificadora y esclavizadora. Y un testimonio, una presencia utópica frente a la “prolijidad de  lo real”, como escribió Borges. En el poesía el salmón se rebela contra la corriente que le impide volver al origen de sus movimientos; la música se rebela contra los atroces silencios y el silencio natural contra el ruidajal de las mentiras y las difamaciones; la lluvia múltiple contra la arena incontable del desierto; la yerba contra la violencia del asfalto; el árbol contra el humo infame de la ciudad; la poesía contra el palabrerío promiscuo de los politicastros de oficio.