...................................................................

portada-sendas-perdidas.jpg Las sendas perdidas de Octavio Paz
Evodio Escalante
Ediciones Sin Nombre México, 2013

Por Pedro Serrano
.....................................................................

No. 68 / Abril 2014



En los últimos tiempos han comenzado a surgir nuevos estudios, lecturas, manifestaciones y representaciones de lo que se escribió en México durante el siglo pasado. Como si hubiera sido necesario un compás de espera de casi quince años, los que dentro de muy poco iremos llevando metidos en este siglo, para que por fin se pudiera empezar a ver y a decir lo que sucedió en el llamado “siglo corto”. Dentro de estas recuperaciones y revisiones, por supuesto, una de las más interesantes es la que se comienza a hacer sobre Octavio Paz. Por supuesto, no todo esto es digno de atención, y dentro del caudal hay mucha paja. No hay más que echar una ojeada, por dar un ejemplo, al libro de Adriana de Teresa, Octavio Paz: 1931-1943. Génesis de una poética romántica, publicado en 2009, para ver cómo se puede hacer un recorrido de casi doscientas páginas sin decir una sola cosa nueva sobre Octavio Paz. Lo peor de todo es que el recorrido que se hace en ese libro sólo frecuenta, y recorre, y traspisa, aquellos vertederos autorizados no tanto por Paz, sino por la considerada por sí misma critica autorizada sobre Paz. Menciono esto, como comparación, porque el libro de Evodio Escalante es todo lo contrario. No estaré de acuerdo en todo lo que dice, porque parte del sentido de la crítica es disentir y discutir. La discusión, entonces, es parte de este festejo. En este centenario la duda está en saber si el peso y el sonsonete de las palabras repetidas va a hundir a Octavio Paz por unas décadas más, o si la energía indudable de su escritura y de su vida, así como las visiones de verdad indagatorias sobre su obra van a lograr que se le vuelva a leer, de veras como un autor, y menos como autoridad.

Los recorridos de Evodio Escalante son todos interesantes. Desde la razón que da título al libro, que aparentemente lleva un chispazo de ataque, ¿cuáles serán esas sendas, se pregunta el ante-lector? El libro se despliega en tres sentidos: como un homenaje, como una intervención y como un despliegue, en el que incluye a Heidegger y explica la presencia de Neruda en paz, a mi modo de ver exagerada. Neruda fue importante como ejemplo político, y como contrapunto a la otra influencia viva de ese momento, el de los Contemporáneos. Pasa con él lo que pasa con Eliot, a quien también considera Escalante como figura tutelar. Eliot en efecto fue ejemplo de acción en el mundo de las letras para Paz, pero cuya presencia en la obra palpable de Paz en casi insignificante. La figura de veras tutelarfue Juan Ramón Jiménez, y lo mejor de su obra, me atrevería a decir, es la que sigue sus pasos.

Me gusta mucho el recorrido crítico que hace Escalante por los primeros ensayos de Paz. Coincide en un recorrido que yo he hecho y pasa por los mismos textos juveniles que están recogidos en Primeras Letras. Me habría encantado haberlo leído antes y haber incorporado algunas de sus observaciones a mi texto. La interpretación que hace de un surrealismo rechazado a un surrealismo integrado es brillante. Y las relaciones que establece, por ejemplo al citar un texto de Maurice Blanchot que dice exactamente lo contrario de lo que señala Paz, apabullante. Como dice José María Espinasa, supongo, en la contra del libro, Escalante, “guiado por la voluntad y el placer de leer contribuye a la vez a clarificar y desmitificar algunos entuertos de nuestra crítica”. Creo que si me tuviera que quedar con un capítulo de este libro sería con el quinto, “Las transformaciones de un poeta”, en el que Evodio se hace llevar por la lectura de manera a la vez gozosa y radical e intransigente, y va de Ramón Xirau a Jorge Cuesta y de ahí a Anthony Stanton y a Guillermo Sheridan. No deja de ser paradójico que, como nos hace ver Escalante, si para el primero “Esta apasionada denuncia de la explotación capitalista de los campesinos mayas es probablemente el mejor de sus experimentos de entonces con la poesía social”, para Sheridan, “El poema de Yucatán fue su intento juvenil más ambicioso (y malogrado) por “insertar la poesía en la historia”(el subrayado, no el paréntesis, es mío). La lectura que hace Escalante de Himno entre ruinas y luego de El cántaro roto, es son un gran ejemplo de crítica con lupa, y marcan la senda que lleva al mejor Paz, uno contradictorio, irregular, sonriente, explosivo. Escribe Evodio, por ejemplo,  que El cántaro roto reinstala la exitosa estructura de estrofas alternadas que caracteriza a Himno entre ruinas y es un magistral contraste de sol y sombra, de elevación y caída, de exaltación poética y prosaísmo de la vida vulgar.” Leemos esto y caemos en la cuenta de que, precisamente, es a ello a lo que Paz va a regresar en Árbol adentro, su último libro, al que sus tantas irregularidades lo hacen quizás el mejor.