No. 68 / Abril 2014 |
Los recorridos de Evodio Escalante son todos interesantes. Desde la razón que da título al libro, que aparentemente lleva un chispazo de ataque, ¿cuáles serán esas sendas, se pregunta el ante-lector? El libro se despliega en tres sentidos: como un homenaje, como una intervención y como un despliegue, en el que incluye a Heidegger y explica la presencia de Neruda en paz, a mi modo de ver exagerada. Neruda fue importante como ejemplo político, y como contrapunto a la otra influencia viva de ese momento, el de los Contemporáneos. Pasa con él lo que pasa con Eliot, a quien también considera Escalante como figura tutelar. Eliot en efecto fue ejemplo de acción en el mundo de las letras para Paz, pero cuya presencia en la obra palpable de Paz en casi insignificante. La figura de veras tutelarfue Juan Ramón Jiménez, y lo mejor de su obra, me atrevería a decir, es la que sigue sus pasos. Me gusta mucho el recorrido crítico que hace Escalante por los primeros ensayos de Paz. Coincide en un recorrido que yo he hecho y pasa por los mismos textos juveniles que están recogidos en Primeras Letras. Me habría encantado haberlo leído antes y haber incorporado algunas de sus observaciones a mi texto. La interpretación que hace de un surrealismo rechazado a un surrealismo integrado es brillante. Y las relaciones que establece, por ejemplo al citar un texto de Maurice Blanchot que dice exactamente lo contrario de lo que señala Paz, apabullante. Como dice José María Espinasa, supongo, en la contra del libro, Escalante, “guiado por la voluntad y el placer de leer contribuye a la vez a clarificar y desmitificar algunos entuertos de nuestra crítica”. Creo que si me tuviera que quedar con un capítulo de este libro sería con el quinto, “Las transformaciones de un poeta”, en el que Evodio se hace llevar por la lectura de manera a la vez gozosa y radical e intransigente, y va de Ramón Xirau a Jorge Cuesta y de ahí a Anthony Stanton y a Guillermo Sheridan. No deja de ser paradójico que, como nos hace ver Escalante, si para el primero “Esta apasionada denuncia de la explotación capitalista de los campesinos mayas es probablemente el mejor de sus experimentos de entonces con la poesía social”, para Sheridan, “El poema de Yucatán fue su intento juvenil más ambicioso (y malogrado) por “insertar la poesía en la historia”(el subrayado, no el paréntesis, es mío). La lectura que hace Escalante de Himno entre ruinas y luego de El cántaro roto, es son un gran ejemplo de crítica con lupa, y marcan la senda que lleva al mejor Paz, uno contradictorio, irregular, sonriente, explosivo. Escribe Evodio, por ejemplo, que El cántaro roto reinstala la exitosa estructura de estrofas alternadas que caracteriza a Himno entre ruinas y es un magistral contraste de sol y sombra, de elevación y caída, de exaltación poética y prosaísmo de la vida vulgar.” Leemos esto y caemos en la cuenta de que, precisamente, es a ello a lo que Paz va a regresar en Árbol adentro, su último libro, al que sus tantas irregularidades lo hacen quizás el mejor.
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