Dossier Octavio Paz / Marzo - abril 2014


Un Paz habitable


Por Vicente Luis Mora

 

A ustedes no les importa nada mi experiencia personal; ni siquiera me importa a mí a menudo, pero quizá pueda arrojar luz sobre la imagen extranjera de Paz. Para mí hubo un Paz(1) y un Paz(2), e intento ahora, como quizá muchos, elaborar un Paz(3) más en el justo medio, un Paz habitable. Antes de salir de España Paz era para mí un modelo. Me parecía uno de los grandes ensayistas en castellano de todos los tiempos. Disfrutaba de su poesía y me puse la última etapa de ésta (Blanco, Salamandra, Topoemas) como índice de exigencia poética, sin mucha fortuna, supongo. Tomé uno de sus versos, donde definía como “yo penúltimo” al azogue, como título de mi tesis doctoral sobre los espejos en literatura. Me fascinó, y me sigue fascinando, El mono gramático, y quedé atrapado en él durante años, quién sabe si he encontrado la salida. Ese fue mi Paz(1).

Pero salí de España y crucé el charco. Y poco a poco fui conociendo, a través de algunas personas oriundas de México, a otro Octavio, el Paz(2). Me retrataban a una persona que había dominado con mano de hierro la vida cultural mexicana durante treinta años y que había convertido a mi idealizada Vuelta en un instrumento de control cultural; describían la colusión con la carrera literaria de Elena Garro, su primera esposa (y más cosas que prefiero callar), cuestionaban su comportamiento ideológico, etc. Al margen de estas opiniones leí los ensayos de Alfonso Reyes y me di cuenta de que buena parte del talento ensayístico de Paz tenía un claro ascendente. Comencé a divergir de sus opiniones sobre algunos poetas y escritores, empecé a discutir en silencio con él. No obstante, nada podía hacerme olvidar ni El mono gramático ni sus poemas, y en mi cerebro seguían cayendo las bombas descritas (“Madrid, 1938…”) en Piedra de sol. [Tenemos semejantes problemas en España con Camilo José Cela, también Nobel, discutible y aborrecido por muchos, pero asimismo autor obras que no pueden dejarse sin más al margen.]

Qué hacer, entonces. Cómo conjugar dos Paz, o dos imaginaciones mías de Paz, tan opuestas. De nuevo en España, pasado el tiempo, intento construir con prudencia un Paz. Un justo medio habitable. Ortega y Gasset nos recomendaba que nos fijásemos en la perla, y no en la ostra perlera. En el caso de Paz eso va a requerir algo de tiempo, pero caigo en la cuenta de un hecho importante. La figura de Paz, con sus muchas y diversas luces (y sombras), es en cierta manera única. Alguien dijo, al morir el doctor Johnson: Ha dejado un hueco, que no sólo nada puede llenar, sino que nada muestra tendencia a llenar. Lo que intento decir es que Paz es el único escritor contemporáneo en español que me recuerda a Johnson. Y eso, creo, debe decir algo.