No. 69 / Mayo 2014 |
La voz de Joan Brossa es una de las imprescindibles dentro de la literatura catalana y, de paso, de la literatura universal; en tanto que representa una innovación en lo que se entendía por lengua poética, y como confrontación o ruptura con las formas anteriores de la poesía, la cual ya vivía tiempos de cambio en distintas latitudes (por ejemplo, los casos de Apollinaire y en Mallarmé, en Tablada y en Paz, en Salvat-Papasseit y en Enric Cassasses). Es decir, una serie de rupturas que hace que la historia de la poesía necesite repensarse. Saltamartí es en catalán un tentetieso que, según la definición académica, es un “muñeco de materia ligera, o hueco, que lleva un contrapeso en la base, y que, movido en cualquier dirección, vuelve siempre a quedar derecho”. Y Brossa, tomando la definición del catalán, dice de manera precisa –quizá también perturbadora:
Palabra y asombro es con lo que nos encontramos en El tentetieso. Con un lugar de ambiente lleno de teatralidad y de momentos que buscan ser a través el poder de la poesía. El lector-espectador ha de adentrarse con ese afán: dejarse sorprender, buscar ser sorprendido. De ahí que el sustantivo que conforma el título deje ver el carácter lúdico que posee el volumen. De lo dicho por Brossa no pocas cosas son inesperadas salvo la sorpresa. Carlos Vitale “advierte” en la nota introductoria que la obra brossiana “exige del lector una gran perspicacia y una enorme capacidad de juego, para desentrañar la gravedad que se esconde detrás de una máscara risueña y distanciada”. Preludio, el primer poema del libro, contiene un aviso similar: Estos versos, como Las cursivas son mías y muestran la constante de los textos del poemario: este espectador es y será deslumbrado por la magia provocada por el poeta. Una magia desarrollada por artefactos poéticos dotados de instantaneidad en algunas imágenes que recuerdan los haikús. Un carácter lúdico semejante al de los poemínimos De Efraín Huerta y a los plagios de Ulalume González de León, así como una rotundidad inquietante debajo de una aparente inocencia –manera en que se muestran Camino, El pétalo, Anuncio e Historia (“Aquí es un hombre// Aquí es un cadáver// Aquí es una estatua”). El poeta suelta algunas reflexiones sobre el quehacer poético y el inevitable devenir del tiempo y sus efectos sobre sí. Menciona, en Peluca, algunos usos del pasado y su pervivencia (las corbatas de tonos claros, las oscuras con dibujos de flores) para terminar diciendo que “Somos herederos de la poesía del pasado/ y nos sirve como materia de estudio”. Sobre lo que debe hacerse con la poesía, sugiere que debe ser
Finalmente Este acto poético al que asistimos también nos sirve para poner atención en aquellos acontecimientos que la han perdido de tan cotidianos, tal el suceder interminable del tiempo como una Pequeña apoteosis: La noche Partimos el poema mitad
Es así que Joan Brossa presenta su espectáculo lúdico-poético en El saltamartí / El tentetieso, como un catálogo de estampas, notas, recordatorios, inquietudes y recomendaciones. Todas ellas expresadas en una lengua cuya literatura ocupa un lugar importante desde hace siglos, que ahora expone parte de su riqueza y es trasvasada a nuestra lengua en un acto de acercamiento que ha de agradecerse. |
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