Sharon Olds |
No. 72/ Septiembre 2014 |
Sharon Olds (San Francisco, California; 1942) Traducciones de Inés Garland Mi padre roncando En la noche profunda lo oía a través de la pared— mi padre roncando, el enorme y oscuro coágulo de flema subía por su nariz y bajaba, como un espiral de algas que una ola trae y se lleva de la orilla. El rugido atorado llenaba la casa. Incluso abajo en la cocina, en los cajones, los cuchillos y los tenedores vibraban con aquel latido distante. Pero en mi habitación al lado de la ellos, era tan fuerte que podía sentirme adentro de su cuerpo, izada por la soga nudosa de su vida y bajada otra vez al pozo estrecho y oscuro, sus paredes de ámbar viscosas alrededor de mi torso, el olor a bourbon denso como el esputo. Permanecía toda la noche acostado como una bestia abatida y emitía su llamado espeso abismal, tapado, como un grito de ayuda. Y nadie nunca acudió: no había ninguno de su especie en ningún lugar de los alrededores. Qué si Dios ¿Qué si Dios hubiera estado mirando cuando mi madre venía a mi cama? ¿Qué hubiera hecho Él cuando el cuerpo adulto y largo de ella rodaba sobre mí como una lengua de lava desde la cima de una montaña y las lágrimas saltaban de sus conductos como rocas calientes y mi cama se sacudía con los temblores del magma y con la grieta que traspasaba mi naturaleza – qué era Él? ¿Era Él un bisonte que bajaba su cabeza de nubarrón y chupaba Su propio sexo mientras nos veía llorar y rezarle o era Él una ardilla, hurgando en el agujero que ella había abierto en mi coraza, una ardilla con Su brazo en la yema de mi alma hasta el codo, revolviendo, revolviendo el oro? O era Él un chico en biología, diseccionándome mientras ella abría en dos mi carcaza partida para que Él pudiera extraer mis huevos oblongos uno por uno, era Él un hombre penetrándome hasta el fondo mientras ella forzaba mis piernas a abrirse en la oscuridad estrellada – ella decía que todo lo que hacíamos se hacía bajo la mirada de Él, ¿qué estaba haciendo Él mientras la veía llorar en mi pelo y robarme el alma por entre las costillas como un jabón de hotel, ¿se lavaba Él las manos de mí como yo me lavaba las manos de Él? ¿Hay un Dios en la casa? ¿Hay un Dios en la casa? Entonces inclínate y saca a esa mujer de encima de esa niña, agarra a esa mujer de la nuca como si fuera un gato joven y levántala y envíamela. |