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portada-aguas.jpg Aguas
Alicia Genovese
Ediciones del Dock
Buenos Aires, 2013. 

Por Elba Serafini 
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No. 69 / Mayo 2014


Quien sabe nadar comprende el peso del agua, la levedad del cuerpo en el agua o el cuerpo quieto, dejándose llevar por el movimiento suave de la oleada pacífica. Quien no sabe nadar, tal vez teme caer en sus sugerentes honduras, descubrir que hay que luchar para emerger de la contracorriente que puede golpear una y otra vez, o perderse la fortuna de ser alojado en su cuenco.

No, el peso del cuerpo fuera del agua no es el mismo sin los pulmones que contienen la respiración, debajo del líquido dulce, terroso y oscuro de un ancho y arremolinado río; braceando, haciendo fuerza para mantener un ritmo, con las extremidades y la cabeza mostrándose una y otra vez, como anunciando 'sigo en carrera'; como esas nadadoras
que nos introducen en este libro:

…María Inés Mato eligió en lo abierto/ mareas de montaña/ y volcanes helados,/ oleaje turbio del mundo sensible/ cenizas, peces, barro…

Una nadadora cruza las 103 millas/ entre Cuba y Cayo Hueso,/ sobre el atardecer encendido del mar Caribe;/…Cuando nada la fuerza/ no es solo atributo/ de los dioses…

Para los que caminamos la ciudad, afuera también hay movimiento, sorpresivo a veces, menos solitario y el contacto con el líquido en ocasiones sucede, cuando la lluvia inunda calles y dificulta el día, pero la autora permanece en el Delta por largas temporadas:
¿cómo será estar rodeada de ese río?  ¿Escuchar su temblor?, y entonces aparece otra voz de la poeta, estos otros versos, quizá más introspectivos: atardecer levemente nublado, el río/ es todo ondas y reflejos./ un temblor de oleadas/ me recorre. O este otro poema:

Luna creciente y marea alta
el río como sábanas
que se extienden
sobre el cansancio.

Dormir en ese sonido
Bajo ese resplandor,
Donde los ojos cerrados
Caminan infantiles
A través del blanco,
Caen bajo una cúpula
De estrellas.

Si pensamos en el "agua" o en la palabra "agua" pensamos en lo conocido, en el líquido vital pero, ¿qué sabemos de ella y sus diferentes historias?

Alicia Genovese escribió Aguas con el ritmo de quien las cruza acompañada por el movimiento de los brazos y de las manos que pulsan.

En ese ritmo hay un recorrido por las nadadoras arriba mencionadas, pero también hay una búsqueda temporal desde cómo había imaginado Thales a la tierra: “un plato flotando sobre el océano”; pasamos también por los humedales y los desiertos o la mitología Egipcia, hasta unas pocas décadas atrás, cuando fueron arrojados, por la dictadura militar, cuerpos al mar.  Allí el agua se mezcla con el dolor que permanece en la memoria: “…La marea devolvió cuerpos/ tirados al océano,/ el de la madre de Ana/ con el oleaje/ desconocida en la playa/ de Santa Teresita...

Escritora, poeta, maestra de poetas, publicó varios libros de poemas: El cielo posible (El escarabajo de oro, 1977); El mundo encima (Rayuela 1982); Anónima (Último Reino, 1992);
El borde es un río (Libros de Tierra Firme, 1997); Puentes (Libros de Tierra Firme, 2000); Química diurna (Alción, 2004); La Hybris (Bajo la luna, 2007). La antología bilingüe La ville des ponts/La ciudad de los puentes (Écrits des Forges, 2001); Azar y necesidad del benteveo (Mágicas Naranjas, 2011); y recientemente, Aguas (Cuadro de tiza, 2012). Además, es autora de los libros de ensayo: La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas (Biblos, 1998); y Leer poesía. Lo leve, lo grave, lo opaco (Fondo de Cultura Económica, 2011). Obtuvo una Beca a la creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, en 1999 y la Beca John S. Guggenheim en 2002. Vivió en Estados Unidos y desde hace tiempo pasa largas temporadas en el Delta del Paraná.

“Luminoso” dijo alguien que no lee poesía cuando pregunté, ¿qué te sugiere la palabra agua? El reflejo del sol en el río, sí, es esa la luminosidad que dejan las palabras, como surcos, en este libro.




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