Safari turquesa y la ética del brío
Estamos ante un poema de amor que rehúye de las trampas de los poemas de amor. Porque se trata, en el fondo, de estas islas sinuosas que saltan entre las páginas, de algo más subrepticio que la relación entre dos personas que se aman: se trata pues de la “ética del brío”, “la educación del que imagina”, “la vegetación de las palabras”, el “vaciarse escribiente”. La mancha de la escritura.
Se trata de “el más acá/ el hoy/ y esta vida que se toma sin deber nada a nadie”.
Hace unos 4000 años, en sumerio, Enjeduana le cantó a Inana el primer poema del que
se conoce autor. Dante soñó el encuentro con Beatriz, aún más allá de la muerte. Yaxkin le canta a Alejandro de la Polinesia en su Safari Turquesa.
El amor sensual
En estos tiempos en que la alteración áurea ante el amante se explica mediante experimentos científicos con la dopamina y la oxitocina, en este libro, en cambio, lo físico del amor se desplaza al plano de la escritura, pero también al de la voracidad simbólica-dactílica hacia El Otro Amado.
Cito:
la poesía estaba ciega
hasta que empezaste a tocarla
mis párpados no son
ni míos
sino las hojas
que crecen
entre nosotros
recuérdame otra vez
la temperatura
que nacer es una idea brillante
un baile
entre los signos
Que “nacer es una idea brillante” es sin duda una declaración de principios en plenos tiempos de muerte.
La premonición de la pérdida
Hubiésemos deseado que ese Otro Amado permaneciera siempre con nosotros, así como deseamos no crecer o evitamos contemplar la impermanencia de las cosas, pero lo cierto es que existe el desgarramiento de la pérdida que se asume como una premonición o un continuo de Algo Otro inexplicable.
Cito:
La turbulencia
te quebró el cráneo,
espinados
matorrales
de cariño polvoriento
los viejos
caracoles
las ouijas desgastadas
Surge la añoranza de las “horas mansas” del amor, pero hay pocas imágenes tan tristes en este poema como ver a las “ouijas desgastadas” de tanto convocar a los espíritus que no siempre nos responden. La fatalidad es independiente a nuestra propia voluntad:
entonces tú y yo
bailamos
estrellándonos en el papel
El amor no es unívoco ni siempre recíproco, cuando amamos también tendemos hacia lo múltiple:
de colores de otros soles
en otros ojos
para otra luz
Y se impone y contagia la desazón en versos como este que me golpearon en mi propia experiencia íntima. Con la suficiente dosis de expresión, ocurre en el lector el “yo ya me he sentido así”. Cito:
polilla negra
en el mimbre del espíritu
El final abierto
Cuando los amantes han terminado el descuajo, se establece el sinsentido, quedamos norteados. Fatalidad sobre fatalidad. Hay sensación de ruina. Cito:
y no te has quedado o quizá te has marchado
de la Tierra,
mientras intento
escribir tu nombre
ahora
que todo
son restos de las palabras
La esperanza de la trasmutación de la sustancia amorosa
Cuando dos personas se unen, sus linajes se conectan, la ruptura física no logra diluir esa conexión tácita que tal vez dure toda la vida:
No te he perdido
elán mío en un bosque de leños
en la hoguera
en la pila de
libros y papeles
ni en estas raíces
que se queman en los hornos
La mano, la escritura
Mi hipótesis frente a este libro, islas, es que sí se trata de un poema de amor pero no en un sentido anecdótico o limitado a la figura del Otro Amado, sino, como muchos de los poemas de Yaxkin, se trata de una pregunta más inquietante sobre “la ética del brío”, el desprendimiento del Yo, la fuerza del dictado, la escritura desde las primeras marcas cuneiformes o la escritura rupestre. La plausibilidad de lo imposible, la palabra como “una clase de bosque dentro de un fruto”:
Pasto: rocío de palabras
libro pasto de palabras
libros de manadas y de huellas
caribúes
Escribir contigo en el agua
bañarse pálido
como cantando.
“rayar en las grutas, bosques”
qué sería la poesía
sino Siberia en los campos de algodón
Declaraciones de principios
El hablante, mediante la acción comunicativa del arte, nos comparte su visión de mundo;
la de Yaxkin es como los pájaros revoloteantes de esta época primaveral a pesar de los kilómetros de asfalto, resplandeciente, como “un ecosistema de libros” que se cicla y se recicla:
quizá no haya nada poco hermoso hoy
es la victoria de los sueños
en el corazón
los días que vienen
están entre los dedos
entre los brazos
los remos de las naves constelares
la ética del brío
la educación del que imagina
en bosquejos de palabras
un ecosistema de libros
ciclarse
reciclarse
Porque, ante todo:
ser poeta y no serlo
no basta
La belleza. La celebración del lenguaje
Este poema de largo aliento es una celebración de las múltiples posibilidades del lenguaje y aquí, como sostenía el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur, el discurso actualiza la realidad. Por ejemplo, el oxímoron de “entre los cielos de un prado” vuelve a abrir la rendija de que, en este libro, la imposibilidad se hace posible.
Celebración del lenguaje que impacta con mi caja torácica y ese charquito que algunos llaman alma. Cito: “bueyes almizcleros”, “décadas del orbe novo”, “tinacales de tonturas” o “las cervicales de una hidrósfera”.
Ana Ajmátova escribió como entrada de su Réquiem:*
En los terribles años del terror de Yezhov hice cola durante siete meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me reconoció. Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los labios azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre, despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotros y me susurró al oído
(allí hablábamos todas en voz baja):
—¿Y usted puede describir esto?
Y yo le dije:
—Puedo.
Entonces algo como una sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.
Por mi parte, yo creo que Yaxkin puede nombrar-describir lo invisible, conjurar la belleza, mediante “la ética del brío”, ya que su escritura es sinónimo de la posibilidad. Celebremos pues al Safari Turquesa y bailemos al estilo polinesio.
AJMÁTOVA, Ana. Réquiem y otros poemas, Grijalbo Mondadori, España, 1998.
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