Otros pensamientos y torsiones que ocurren por la mañana
 

Música y poesía
Por Jorge Fondebrider


musica-west-side-story.jpgEs de mañana. Uno de esos días en que a uno le cuesta arrancar. Por alguna razón no del todo clara, mientras tomo café, enciendo el televisor en cualquier canal, en uno que quedó de anoche. Es uno de esos tantos HBO que hay ahora y que tienen las compañías de cable para cobrar más caro. Veo a un tipo que habla de cómo escribió una canción que, casi inmediatamente, reconozco. Es “Something’s coming”, de West Side Story, la película dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins de 1961, comedia musical filmada basada en la pieza teatral de Arthur Laurents, estrenada en 1957, que, a su vez, es una transposición de Romeo y Julieta de William Shakespeare. Como la banda de sonido la escribieron Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, y el que habla no es Bernstein, deduzco que el que habla es Sondheim.

No. 69 / Mayo 2014



Otros pensamientos y torsiones que ocurren por la mañana


Música y poesía

por Jorge Fondebrider

 

musica-west-side-story.jpgEs de mañana. Uno de esos días en que a uno le cuesta arrancar. Por alguna razón no del todo clara, mientras tomo café, enciendo el televisor en cualquier canal, en uno que quedó de anoche. Es uno de esos tantos HBO que hay ahora y que tienen las compañías de cable para cobrar más caro. Veo a un tipo que habla de cómo escribió una canción que, casi inmediatamente, reconozco. Es “Something’s coming”, de West Side Story, la película dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins de 1961, comedia musical filmada basada en la pieza teatral de Arthur Laurents, estrenada en 1957, que, a su vez, es una transposición de Romeo y Julieta de William Shakespeare. Como la banda de sonido la escribieron Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, y el que habla no es Bernstein, deduzco que el que habla es Sondheim.

La canción corresponde al momento en que Riff, el líder de la banda de los Jets, convence a su mejor amigo Tony, un ex miembro del grupo que ahora trabaja como ayudante en la fuente de sodas, para que esa noche asista al baile adonde van a encontrarse con los Sharks, la banda rival integrada por portorriqueños. María, la hermana del líder de los Sharks irá al baile también. Tony, por supuesto, no lo sabe.
De más está decir que Tony y María, con solo verse, se van a enamorar perdidamente, borrando a todos los demás participantes de la fiesta y creándoles un problema suplementario a esos Montescos y Capuletos de Manhattan. Por eso, antes de ir al baile, Tony canta “Something’s coming”, anticipando ese momento especial, en que
va a descubrir el amor.

Así, en frío, las primeras que me vienen a la memoria son las versiones de Jeanne Lee acompañada al piano por el extraordinario Ran Blake, la de la británica Shirley Bassey,
la del grupo de rock progresivo Yes, la de Oscar Peterson y la de Barbara Streisand, y todo esto pasa en apenas el tiempo en que dura la canción y la explicación sobre cómo fue escrita. Mi primera conclusión es que, dada la diversidad de versiones, evidentemente se trata de una canción a prueba de golpes. La segunda es que, justamente por el número de versiones, se ha constituido en un standard, esas canciones que todo el mundo conoce y que los cantantes y músicos interpretan para tratar de dejar una impronta personal en ella. Por supuesto, hay quien lo logra.

Hay una pausa y el anuncio marginal en la pantalla dice que estamos viendo Six by Sondheim, un documental de James Lapine, estrenado en 2013, donde Stephen Sondheim habla de su vida y del arte de componer canciones. Y no es que sea un fanático de Sondheim ni de los musicales, pero, en cierta forma él –quien además de alumno del productor teatral y letrista Oscar Hammerstein II (1895-1960), y de ser él mismo letrista además de compositor–, es prácticamente el último grande en la tradición del musical de Broadway.

De él, por caso, es la magnífica canción “Send in the Clowns”, escrita en 1973 –para
A Little Night Music, una comedia musical basada en Sonrisas de una noche de verano, de Ingmar Bergman–, que, ya fuera de su contexto original, se transformó en el mayor éxito de la trayectoria de Sondheim. Frank Sinatra la grabó con arreglos de Gordon Jenkins para su disco Ol' Blue Eyes Is Back (1973). Ésa es una versión perfecta para una canción triste, que habla veladamente del dolor y la decepción. Otra gran versión es la que grabó Judy Collins, en su álbum Judith (1975). Así, como en el caso de muchas otras canciones de Sondheim, se inició una larga lista de interpretaciones, que incluyen las de Sarah Vaughan, Kenny Rogers, Lou Rawls, Count Basie, Pat Martino, Mel Tormé, Eric Reed, Stan Kenton, Grace Jones, Tom Jones, Megadeth y, no es chiste, Krusty el payaso (cfr. Los Simpsons). Lo mejor es que, nuevamente, la canción es irrompible: resiste todo, hasta a ¡Raphael!, quien también la grabó. Y además, es otro standard.
Me quedo a ver qué dice Sondheim de esa pieza.

Lo que dice justifica la espera: las letras de las canciones comparten con la poesía la concisión y, a veces, algunas combinaciones métricas. Pero las letras de las canciones no son poesía, porque, para que la gente las recuerde, no se pueden decir cosas demasiado complejas. Hay que conferirle una estructura, crear algo así como una anécdota, ir a lo esencial y no perderse en especulaciones.

En un minuto desfilan por mi cabeza un montón de canciones que se ajustan perfectamente al esquema de Sondheim: romances españoles, baladas anglo-escocesas, canciones de tres minutos de los compositores de Broadway, boleros, tangos, canciones de los Beatles, todo lo que, con mayor o menor fortuna, pasan en la radio.

Luego me doy cuenta de que también escucho otro tipo de canciones que no entran en el esquema de Sondheim, ya sea porque superan los tres minutos, como “Hurricane” o “Blind Willie McTell”, de Bob Dylan, que son verdaderos cuentos; o porque carecen de una forma convencional, como cualquiera de las que escribían Robin Williamson y Mike Heron, en sus tiempos de la Incredible String Band, para no hablar de Luis Alberto Spinetta.

Finalmente me digo que, dejando de lado la supuesta complejidad y la presencia o no de anécdotas, ¿acaso los poemas no tienen que tener una estructura, no deben ir a lo esencial, no deben descartar especulaciones que no sean conducentes para sus fines?

Canciones y poemas que siguen las fórmulas y que las dejan de lado. Hay de todo.
Es una suerte.



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