Luna Zeta Al integrar una imagen contundente y provocadora del pintor Daniel Lezama titulada “La visión del Tepeyac”, desde su portada, la revista Luna Zeta deja clara la intención de su más reciente número: polemizar sobre los mitos y posturas religiosas. Dicha imagen, según señala Abraham Ortiz Nahón, director del proyecto editorial, “es una desacralización del mito guadalupano al mostrar, en esta obra, la mística de la carnalidad, de la sexualidad y de la sensualidad, intentando cuestionar mediante una propuesta estética los dogmas de la sociedad conservadora y ortodoxa”. La editorial amplifica la visión de este ejemplar al dejar claro que “la creencia en dios o en una religión específica es un derecho, pero no un deber ni una obligación”. En esa parte introductoria de la revista se puede leer también que “la libertad de pensamiento y de elegir convicciones religiosas o filosóficas (incluidos el ateísmo y el agnosticismo), deben ser el derrotero para lograr una favorable convivencia social, celebrando la diversidad y pluralidad de ideas y confrontando fanatismos, delirios y fatales obediencias”. Según señala el director de esta publicación, “el excesivo protagonismo” y la injerencia de la iglesia católica en asuntos de carácter político “obligó” al equipo de Luna Zeta a convocar a más de 25 creadores, entre ensayistas, poetas, fotógrafos y artistas plásticos, para analizar y recrear, de una manera breve, “el papel histórico, actual y terrenal que la iglesia ha ido ocupando en su búsqueda del poder, tanto en lo político, como en lo social”. Entre la obra poética que se reúne en este número destaca “Cántico inicial” de Javier España –quien recientemente obtuvo el Premio Internacional Jaime Sabines– y seis sonetos de Eusebio Ruvalcaba, los cuales se refieren a los instrumentos de tortura aplicados en la época de la Inquisición. También aparece el trabajo inédito de los poetas Roxana Elvridge-Thomas con un poema titulado “Ferg”, Eduardo Hurtado con sus “Umbrales”, Abraham Ortiz Nahón con sus “Instantáneas sin dios” y los jóvenes creadores Hugo Plascencia y Rodrigo Castillo. Todos los poemas que aparecen en la revista se vinculan en cierto modo con la religión, algunos ya habían sido terminados por los autores antes de ser contactados y otros, como los de Eusebio Ruvalcaba, fueron creados a partir de la invitación que les formuló la revista. “Cada uno de los siete poetas aquí reunidos tiene visiones distintas que confluyen y se acercan a una temática religiosa o relacionada con dios y utilizan lenguajes claros, diáfanos e incluso hay textos experimentales, irónicos o mordaces”, opina Abraham O. Nahón. Hace notar, además, que la poesía “trasciende lo puramente descriptivo de una figura, da claridad al lenguaje, le devuelve el sentido a las palabras y su significación”. En el caso de su vinculación con la religión, “finalmente nos acerca también al acto creativo fundacional sustentado en la palabra”.
El nuevo número de Luna Zeta se presentó la noche del pasado sábado 19 de enero en la galería Proyecto Arte Contemporáneo, localizada en el centro de la ciudad de Oaxaca. Ahí, los presentadores, y también creadores, Alonso Aguilar Orihuela, Gustavo Soriano y Gerardo Escalante, así como el historiador Francisco José Ruiz Cervantes, coincidieron en la importancia de analizar de una manera crítica, creativa e irónica, diversas percepciones y apreciaciones que se tienen sobre la religión. Esta publicación de circulación nacional, “surgió en la ciudad de Oaxaca desde hace nueve años para difundir las propuestas creativas y estéticas que no tenían cabida en un ambiente editorial acotado y formal”, según señaló su director, quien adelantó que el siguiente número de Luna Zeta estará dedicado “exclusivamente a la creación literaria, abordando a través de la poesía, ensayos y entrevistas, lo referente al proceso creativo”. Para ello, ya cuentan con colaboraciones inéditas de una gran diversidad de voces poéticas como son: Raúl Zurita, Eduardo Chirinos, Reynaldo Jiménez, Claudio Daniel, Eduardo Espina, Héctor Hernández Montecinos, Virna Teixeira, Marco Aurelio Chavezmaya, entre otros.
Nadia Altamirano Díaz
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Plan b Dolores Dorantes Ciudad Juárez, Chihuahua. Enero de 2008 |
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Viento en vela En este número, que circula actualmente en librerías del país, la revista trimestral encabezada por el joven poeta Benjamín Morales, somete a examen los libros que de 2000 a 2007 obtuvieron el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (que en su más reciente edición fue declarado desierto por un jurado que integraron los poetas Jorge Esquinca, José Luis Rivas y José Javier Villarreal). El ejemplar abre con un texto de Alí Calderón, quien de modo somero y parcial comenta cada uno de los ocho títulos premiados: Los hábitos de la ceniza, de Jorge Fernández Granados; Sin título, de Jorge Hernández Campos; Coliseo, de Héctor Carreto; Dylan y las ballenas, de María Baranda; Reducido a polvo, de Luis Vicente de Aguinaga; Hay batallas, de María Rivera; Boxers, de Dana Gelinas; y El deseo postergado, de Mario Bojórquez. A su vez, Daniel Téllez ofrece algunas coordenadas sobre estas obras a la vez que relata las diversas respuestas “críticas” que en su momento suscitaron. El grueso del número lo constituyen los diversos análisis, encomendados ex profeso a varios autores jóvenes (y no tanto), de los libros galardonados, entre los que pueden destacarse por su compromiso crítico, más allá de filias y afectos, los textos preparados por Rodrigo Martínez (acerca de Dylan y las ballenas), Eduardo Uribe y Luis Paniagua (sobre Reducido a polvo), Balam Rodrigo (a propósito de Hay batallas) y Roberto Cruz Arzabal (sobre El deseo postergado). Complementan la entrega los cuestionarios respondidos por seis de los ocho poetas ganadores del Aguascalientes durante la presente década y una entrevista de Claudina Domingo a Juan Domingo Argüelles, quien actualmente prepara una antología de los 40 años del premio. |