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US Latino Poets en español
Por Xanath Caraza

Copatrocinado por el Smithsonian Latino Virtual Museum
 

us-latino-liuvette.jpgLuivette Resto nació en Aguas Buenas, Puerto Rico y, orgullosamente, creció en el Bronx en la ciudad de Nueva York. Terminó su licenciatura en Cornell University en el estado de Nueva York y su maestría es de la Universtiy of Massachussetts en Amherst, Massachussetts. Su primer poemario, Unfinished Portrait (Tia Chucha Press, 2008), fue finalista en el 2009 Paterson Poetry Prize y es autora de un segundo poemario, Ascension (Tia Chucha Press, 2013). Resto es una de las editoras de Kweli Journal, es parte de CantoMundo, una organización de poetas y activistas sociales; también es un miembro activo de Con Tinta, una organización literaria de los Estados Unidos. Fue coordinadora de la serie de tertulias poéticas llamada La Palabra en la Avenue 50 Studio, en Los Ángeles. Actualmente vive en Los Ángeles, California con su familia.

No. 69/ Mayo 2014


US Latino Poets en español
Por Xánath Caraza

Copatrocinado por el Smithsonian Latino Virtual Museum
 

us-latino-liuvette.jpgLuivette Resto nació en Aguas Buenas, Puerto Rico y, orgullosamente, creció en el Bronx en la ciudad de Nueva York. Terminó su licenciatura en Cornell University en el estado de Nueva York y su maestría es de la Universtiy of Massachussetts en Amherst, Massachussetts. Su primer poemario, Unfinished Portrait (Tia Chucha Press, 2008), fue finalista en el 2009 Paterson Poetry Prize y es autora de un segundo poemario, Ascension (Tia Chucha Press, 2013). Resto es una de las editoras de Kweli Journal, es parte de CantoMundo, una organización de poetas y activistas sociales; también es un miembro activo de Con Tinta, una organización literaria de los Estados Unidos. Fue coordinadora de la serie de tertulias poéticas llamada La Palabra en la Avenue 50 Studio, en Los Ángeles. Actualmente vive en Los Ángeles, California con su familia.

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Luivette Resto mezcla lo político, lo íntimo, el amor, el ser madre y sobre todo, el comentario social en su poesía. Sus versos son muchas veces irreverentes y sin tapujos, nombra lo que se debe nombrar y que en ocasiones optamos por ignorar. Resto habla de su experiencia, una experiencia de capas múltiples, de alguien que juega varios papeles al mismo tiempo: el de poeta, madre y puertorriqueña, en ambientes predominantemente méxico-americanos, el papel de una intelectual y de una mujer que siente, que añora, en una de las más grandes urbes de los Estados Unidos, Los Ángeles, California, donde es fácil perderse entre las interminables cuadras llenas de edificios o en el tráfico permanente de la ciudad. Su poesía está escrita principalmente en inglés, en ocasiones inserta versos completos en español o frases que resaltan su relación más íntima con su cultura, recuerda sabores, comidas específicas de su identidad puertorriqueña: arroz con pollo, Marc Anthony.

Aunque Resto nació en Puerto Rico, creció en el Bronx y, de ahí, se estableció en Los Ángeles: dos grandes junglas de asfalto donde hay que aprender a sobrevivir. Su poesía habla de esa sobrevivencia, de las manos curiosas de los jefes que pueden aprovecharse de sus empleadas. Habla de los miles de migrantes indocumentados que trabajan bajo el agua en los sótanos de Nueva York o de Los Ángeles. No nos muestra el lado suave y brillante, de cuento de hadas, que se promueve en los trípticos turísticos, sino el de una realidad trabajadora que tiene que enfrentarse día a día a la dureza de la vida. Resto tiene esperanza en el sueño americano aunque también lo cuestiona y por momentos, siente que sea solo eso, un sueño.

Para esta ocasión he seleccionado los siguientes poemas de su poemario Ascension (Tia Chucha Press, 2013), Ganas, Fábrica clandestina de Tiffany’s y Mentiras navideñas.  A continuación mi traducción de estos poemas.




Ganas

Pintó mi retrato
antes de que nos conociéramos,
como si los pinceles
me hubiesen visto en otra vida
donde guiaba revoluciones con un machete
en lugar de pluma y una mirada provocativa.




Fábrica clandestina de Tiffany’s
Verano de 1996

En el verano de 1996
Don Luis me ofreció mi primer trabajo:
8 centavos por botón pegado en
una bolsa de terciopelo turquesa
10 centavos si pudiera enganchar
el juego de cordeles que la cerraban.

Mi estación de trabajo la compartía
con una señorita joven y voluptuosa.
Su única arma era una pistola de pegamento
contra las manos curiosas de Don Luis.

En un cuarto del tamaño de mi sótano en el Bronx,
mujeres ancianas y sus máquinas de coser
cantaban con las baladas de Marc Anthony,
ventiladores de 10 pies de altura en lugar de aire acondicionado
resonaban respondiendo con el coro,
“y hubo alguien”.

Y ellas eran alguien.
Madres, abuelas, tías, hijas,
migrantes sin documentos pero
con el corazón y un entendimiento del capitalismo
como un americano verdadero.
Les pagaban más que a mí:
14 centavos por prenda cosida.

Todo bajo la mesa
incluyendo la media hora de almuerzo casero
que se comía en la bodega
que substituía la cafetería
mezclado con el olor a sudor, explotación
y arroz con pollo.

Diez años después entré en mi primera tienda de Tiffany’s
llena de sonrisas en los rostros de las mujeres, llena de bolsillos vacíos de maridos
arrepentidos,
comisiones de venta alcanzadas, compromisos de boda sorpresa.

Al tiempo que tocaba una bolsa de terciopelo turquesa,
la caja registradora cantaba
y  hubo alguien.




Mentiras navideñas

Sí, fui una Obama mamá.
Decoré mi carro con calcomanías cursis.
Compré una camiseta que decía Obama es mi cuate.
Creí en la esperanza.
En el cambio.
Esperanza por el cambio.
Cambio por la esperanza.
Oí, “tiene posibilidades” del Enemigo Público
cuando vi sus cifras.
Llamadas anónimas a los votantes
que les recordaban que
no, él no es musulmán
sí es americano
y sí cree en Dios.

Me quedé viendo la pantalla de la T.V.
con ojos llorosos
cuando saludó a una multitud en Chicago,
una versión tridimensional revisada del sueño americano.
Mi niño de seis años preguntó
¿Por qué me había hecho llorar ese hombre?
¿Quién era él?
Y cuando le contesté
es nuestro presidente
mi hijo dijo instantáneamente
que él quería ser eso algún día,
llevar corbatas brillantes con trajes oscuros,
ondear banderas, sonreír ampliamente a las multitudes.

“Sí se puede, Antonio”.
Dije, imitando de la mejor manera a nuestro líder.
Esta vez no sentí que era una madre mintiendo
como hago en navidad
y pretendo dejar mensajes telefónicos
sobre las últimas buenas acciones de Antonio y castigos.
Esta vez supe que su afirmación
pudiera ser una verdad futura
con su misión de ser astronauta,
paleontólogo o ninja.

Mas la euforia del día de la elección
y la discusión ubicua de una América posracial
se disipó como confeti cuando la economía
no resultó como debía después del Día de la inauguración,
una mujer puertorriqueña fue severamente castigada
por hacer una broma pesada,
la salud americana reducida a un plan de negocios,
iglesias cristianas celebraron la paradoja de la quema del libro sagrado,
los estados americanos demandaron a otros americanos
comprobar su ciudadanía.

Todo esto haciéndolo sentir como si fuera navidad.




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