No. 69 / Mayo 2014

 
Relaciones entre imagen y texto: el concepto de iconotextualidad


Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 


En el caso de muchas civilizaciones, el nacimiento de la escritura estuvo ligado a lo visual: las figuras jeroglíficas de Egipto y la escritura china mediante pictogramas e ideogramas son sólo dos ejemplos de una escritura en la que se pretende que el signo y la cosa tengan una relación estrecha de semejanza. Así, las palabras remiten directamente al objeto o al concepto que representan.   
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El pictograma chino para lluvia “llueve” en acto y los ideogramas para “abajo” y “arriba” son tan claros que no se necesita conocer el chino para entender el concepto que representan. Para Michel Foucault, la escritura china “no reproduce en líneas horizontales el vuelo fugaz de la voz; alza en columnas la imagen inmóvil y aún reconocible de las cosas mismas.”

Sin embargo, existen muchos otros alfabetos, entre ellos el latino, en donde los signos son una convención gráfica que no remite directamente a lo que se representa. Las letras se unen entre sí para formar palabras y las palabras, a su vez, se unen entre sí para formar sintagmas. Así, muchos alfabetos operan mediante la abstracción.

Como plantea Walter Ong, a través de la escritura, el predominio del oído (en las culturas orales previas a la escritura) cede al de la vista y a través de ésta se opera un cambio en la conciencia, en la memoria, en la capacidad de abstracción e interrelación de elementos.

Posteriormente, otra gran revolución en el ámbito del lenguaje “visible” tiene lugar con la imprenta, la cual “sitúa las palabras en el espacio de manera más inexorable de lo que jamás lo hizo la escritura. Ésta traslada las palabras del mundo del sonido a un mundo de espacio visual, pero la impresión las fija en éste.” Y, con el desarrollo de la tipografía, las palabras y las letras mismas adquieren innumerables posibilidades visuales. El carácter “visual” de las letras es tan patente que incluso existen “diseñadores de alfabetos” dedicados a “dibujar” estéticamente los signos que ya conocemos para renovarlos visualmente sin que dejen por ello de ser reconocibles.
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Otro ejemplo en donde se conjuga la relación entre la palabra y la imagen es la poesía visual, la cual se inserta de lleno en este panorama donde el predominio del oído cede al de la vista. A partir del siglo XX y cada vez con más fuerza, nuestro lenguaje verbal y visual se ha fusionado y la imagen ha cobrado una importancia cada vez mayor, no sólo en las artes sino también en otras esferas de la actividad humana. Citando al teórico Mitchell, “la posmodernidad es una época en la cual todos los lenguajes se absorben en imágenes y en ‘simulacro’, en un semiótico cuarto de espejos.” Sin embargo, como él mismo advierte, “el predominio actual de lo visual, de la imagen, es un redescubrimiento postlingüístico, postsemiótico de la imagen como una interrelación compleja entre visualidad, instituciones, discurso, cuerpos y maneras de figurar.”

A través de los trabajos de los poetas visuales, de los que Italia tiene una amplia tradición comenzando con las palabras en libertad de Marinetti, la poesía, que en sus orígenes nació con la idea de “canto” (algo que se lee en voz alta para ser escuchado) se convierte en algo para ser visto y la cualidad visual es tan importante que resulta imposible leer en voz alta la mayoría de los poemas visuales. Podemos leer las palabras que los conforman, pero siempre faltará algo. La poesía visual es para ser leída y vista, pues lo visual y lo textual conforman un todo significativo e indisoluble.

poeticas-5.jpgUna vez expuestos los ejemplos anteriores, podemos plantear el concepto de iconotexto. Siguiendo el planteamiento del teórico estadounidense W. T. Mitchell en su capítulo “The Pictorial Turn”, incluido en el libro Picture Theory, se puede establecer una diferencia clara entre los términos image/text e image-text. En el primer caso, mediante el uso de la diagonal, se enfatiza la diferencia entre imagen y texto. En el segundo caso, al emplear el guión, los conceptos de imagen y texto aparecen más vinculados, más unidos. Sin embargo, será Peter Wagner quien acuñe el término de iconotexto (imagetext) borrando la distancia entre imagen y texto y entendiendo como iconotexto a una obra en donde el lenguaje visual y el verbal están plenamente fusionados e integrados en un todo.

En su ensayo “The Pictorial Turn”, Mitchell parte de la idea de Richard Rorty de que la etapa final en la historia de la filosofía es lo que se denomina “el giro lingüístico”. A partir de esta idea, Mitchell plantea que en la etapa actual, que él suscribe como “era posmoderna”, donde encontramos nuevas formas de estimulación visual, al igual que fenómenos como idolatría, iconofilia y fetichismo, lo que ha tenido lugar es un “giro visual” (denominado por él “pictorial turn”), en el cual “spectatorship (the look, the gaze, the glance, the practices of observation, surveillance, and visual pleasure) may be as deep a problem as various forms of reading (decipherment, decoding, interpretation, etc.)”.  Sin embargo, como ya se ha señalado, la imagen y la palabra, lo visual y lo textual, actualmente han vivido una verdadera integración no sólo en el terreno de las artes, sino también en otras esferas de la actividad humana, como lo demuestran la publicidad o el Internet. Por esta razón, siguiendo el razonamiento de Mitchell, podríamos hablar también de un “giro iconotextual” en la percepción  de la realidad, un terreno intersemiótico donde signos visuales y signos verbales han realizado alianzas de innumerables tipos. El lector-espectador de obras iconotextuales convive con los signos verbales y visuales y realiza una lectura-decodificación integrada de ellos. No lee la imagen y la parte textual por separado sino como elementos integrados en un sólo discurso, el iconotextual.

La imagen y la palabra siempre han estado relacionadas de alguna u otra manera, en mayor o menor grado. Una prueba patente de esto es el lenguaje verbal que ha dado título a las obras plásticas a lo largo de toda la historia del arte y que en sí mismo representa una línea de estudio fascinante respecto a la vinculación entre lo visual y lo verbal. Durante muchos siglos de producción artística, los títulos de las obras pictóricas o escultóricas fueron equivalentes al lenguaje visual de éstas, es decir, la relación entre lo visual y lo verbal era de 1 = 1. Después, sobre todo a partir del siglo XX con mayor fuerza, y tras la aparición del arte abstracto, los títulos de las obras comenzaron a sumarse a la significación del ámbito visual creando nuevas relaciones de intercomunicación donde el título ya no explicaba la obra sino que se sumaba a ésta en una relación que quizá pudiéramos decir es de 1 + 1. Tanto es así que Oscar Pin realizó el comentario siguiente: “Lo malo de la pintura abstracta es que hay que molestarse en leer el título de los cuadros."

poeticas-6.jpgOtros casos de unión entre lo visual y lo verbal se encuentran, por ejemplo, en la larga tradición de uso de letras capitulares, en los manuscritos iluminados de la Edad Media, en los textos ilustrados con imágenes concebidas por el mismo autor como parte integral de la obra (como por ejemplo la literatura de William Blake), en los comics, entre otros. Sin embargo, en estos casos, lo textual y lo visual, si bien se retroalimentan, se encuentran separados en mayor o menor medida.