La rosa de nadie Tienda de fieltro Por Miguel Casado
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No. 69 / Mayo 2014 |
Por Miguel Casado
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![]() Algo que extraña es la ausencia de esas ‘masas’ de las que tanto se habla. Los trabajadores van a los mítines de Luxemburg, durante sus estancias en la cárcel se ve a otras presas; pero se vuelve siempre al marco de la cúpula socialdemócrata, sus discusiones, lo áspero de un pensamiento independiente. Sin embargo, durante la guerra y, sobre todo, con el estallido revolucionario que sigue a la derrota alemana a comienzos de noviembre de 1918, esas multitudes postergadas asumieron su protagonismo como nunca antes. Por su procedencia poco esperable, la carta donde Rilke relata conmovido una asamblea popular en Munich, la toma de la palabra por los desposeídos, es muy expresiva para intuir la dimensión de un fenómeno que pudo cambiar la historia de Europa. Y que, seguramente, sigue aún por pensar. Está apareciendo ahora en castellano la serie que Alfred Döblin dedicó a Noviembre de 1918; ya están en las librerías los tres primeros volúmenes: Burgueses y soldados, El pueblo traicionado y El regreso de las tropas; han anunciado ya la salida del último, Karl y Rosa. El extraordinario narrador que es Döblin militó en la revolución entonces, pero no se decidió a afrontarlo en la escritura hasta los años 40, al final de su exilio. Su poder lingüístico, la exigente flexibilidad técnica, la rica variedad de sus recursos no sorprenden si se piensa que el crucial debate entre realismo y vanguardia tuvo quizá su núcleo más lúcido en Alemania, y ahí están, por ejemplo, los escritos teóricos de Brecht, que descubren la vanguardia como la vía más eficaz para explorar la realidad del mundo. Döblin dibuja las tres posiciones en liza: la defensa del orden y del sistema por el nuevo gobierno republicano del SPD, el pragmatismo de los militares que amagan con su golpismo monárquico para proteger intereses de clase, y el entusiasmo de las multitudes revolucionarias –que derribaron la monarquía, establecieron el gobierno de los Consejos de obreros y soldados y, por último, fueron sangrientamente reprimidas por la alianza de los otros dos campos. A diferencia de la película de Von Trotta, la novela no entrega un relato con héroe, sino un mosaico social, un proteico personaje colectivo, sin jerarquías; Döblin recupera así la confusión de aquellos días, tratando de ver a través de ella, sin una perspectiva privilegiada, sin ningún alto observatorio que permita una visión de conjunto. Recoge la movilidad de los hechos, los vaivenes del ánimo, los engaños y verdades, el entusiasmo y el oportunismo, la abnegación y el medro. Y como, aun en la multitud, busca los primeros planos, no pierde de vista la raíz personal de los comportamientos, el cruce de lo ideológico y lo íntimo, en una atmósfera compartida de desesperación existencial. “Lo personal es político”, sí, como enunciará el viejo dicho feminista, que aquí cobra vida en su gama de claroscuros. Y es la densidad de los hechos –y la sensación de deuda con ellos– la que invita a releer el revelador trabajo, fuera de eslóganes y esquemas, de Sebastian Haffner, La revolución alemana de 1918-1919. Tramar su hilo con la dispersión fragmentaria del monumental texto de Döblin es un ejercicio apasionante. Hasta llegar a su término: el 15 de enero de 1919, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, líderes del recién creado Partido Comunista, fueron asesinados por uno de los nuevos cuerpos de élite, fruto del pacto secreto entre el Estado Mayor y el SPD. La película de Von Trotta –a la que vuelvo con gusto y emoción, pese a las dudas de enfoque que me plantea– salta de la salida de la cárcel de Rosa, a mediados de noviembre, a la escena final, limitándose a sugerir disensiones en su grupo y obviando el papel de los socialdemócratas, aunque la cita inicial de Bebel ya anticipara cuál sería. No hay análisis ni apenas atención para la democracia que ejerce la multitud; de algunas cosas tal vez todavía no sea posible hablar, un siglo después. Un violento culatazo y un tiro callan la clarividencia de Luxemburg, su temple de polemista: “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”. La película se cierra con un plano sostenido de las aguas del canal, de noche, mudo. Como en el poema de Celan, donde late el origen judío de ella junto a la mención del Hotel Edén, cuartel general de los nuevos Fusileros de la Guardia: “Llega la mesa con los dones, / dobla la esquina de un Edén– / El hombre, hecho un colador, la mujer / ¡a nadar!, la marrana, / por ella, por nadie, por todos– / El canal de la Landwehr no hará ruido. / Nada / se estanca”. Lecturas.- – Alfred Döblin, Noviembre de 1918. 4 vol. Traducción de Carlos Fortea. Barcelona, Edhasa, 2011, 2012, 2013 y en prensa. – Sebastian Haffner, La revolución alemana de 1918-1919. Traducción de Dina de la Lama Saul. Barcelona, Inédita, 2005. - La traducción de los versos de Celan es de Daniel Najmías y Juan Navarro, en: Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo. Barcelona, Gedisa, 1993, p. 101. |
Créditos de ilustración:
The Murder of Rosa Luxemburg, R.B. Kitaj, 1960; foto ©Tate, Londres, 2014 |
* (Este texto ha sido publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento del diario El Norte de Castilla). |
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