No. 70 / Junio 2014


La Fiesta de la Poesía


Por Emiliano Martínez Escoto
 

El encuentro comenzaba a las 11. Nosotros, como casi siempre, estábamos desvelados. Llegamos justo a tiempo, estábamos aturdidos por el sol y cansados por la buena cantidad de revistas que cargábamos. Eran muchas, como todas las editoriales que participaron, no podíamos escatimar nuestro material, era necesario llevar todo a la bota porque ellos, los de la bota, siempre nos dan todo.

Una serie de bonitas mesas de madera (cosa extraña en un encuentro literario pues casi siempre las mesas son feas) estaban acomodadas frente a la pared del claustro de Sor Juana. Casi todos ya estaban ahí, como pudimos nos acomodamos en una mesa al final de la fila. Utilizamos la sombra de los árboles de la plaza San Jerónimo como techo y acomodamos rápidamente el material para escuchar la inauguración.

Antonio Calera e Inti Muñoz fueron los primeros en subir al templete ubicado justo en medio de aquella fila, dieron un par de discursos de inauguración y el evento arrancó. Comenzaron algunos homenajes a los poetas muertos recientemente: Sergio Loo, Efrain Huerta, Juan Gelman y José Emilio Pacheco. Abrir con esos sentidos homenajes hizo que una buena cantidad de escuchas se acercara y la fiesta comenzara.

Siguieron alrededor de 25 poetas leyendo obras de todo tipo, forma, color y sabor. El público interminable y lleno de interés recorría de un lado a otro la larga fila de exponentes  conociendo una parte del enorme trabajo cultural que se hace en este país.

Conforme atardecía, la desvelada comenzaba a cobrarme factura pero por suerte nuestros queridos amigos: Karla, El Pelambres, Genaro, Antonio, Adrián y demás miembros del equipo La Bota siempre estaban cerca para auxiliarnos: invariablemente tenían para nosotros un vasito con agua, alguien que cuidara un rato el material, quién se acercara para charlar unos momentos o algún santo que maravillosamente conseguía algún otro tipo de bebida refrescante. En fin, teníamos de nuestro lado a los mejores anfitriones, gracias a eso pudimos resistir.

La noche llegó y con ella la presentación de los libros de Mantarraya Ediciones: Anidar el Relámpago de Genaro Ruíz de Chávez, Canto de mi árbol en el incendio (UÁ-IÁ-IÍ-Á) de Gerardo Grande y NEO/GN/SYS de Emmanuel Vizcaya. La fila de editores poco a poco se fue reduciendo, como todos, guardamos nuestras cosas y emprendimos la retirada. La fiesta aún no terminaba, sólo era el descanso de medio tiempo.

El día siguiente comenzó a la 1 de la tarde, la mayoría de los editores llegaron un par de horas antes. Esta vez las mesas estaban pegadas a la pared del claustro, así el mismo edificio nos daba sombra y evitábamos los huecos entre las ramas por donde se colaban los rayos quemantes del sol el día anterior. El público, aunque en menor cantidad, seguía llegando incansable a la cita, todos parecían agradecidos con el evento, parecían contentos.

En algún punto, alrededor de las 3 de la tarde, una larga mesa al otro lado de la plaza San Jerónimo, comenzó a llenarse de comida y personas. Un miembro más de La Bota hacía platillos sin cesar. Poco a poco todos los asistentes al evento nos acercamos a la gran mesa y comenzó la gran comilona. Por un rato en una larga mesa convivimos todos unidos por una misma mesa y por un mismo evento.

El día lo cerró un gran maestro: David Huerta subió al micrófono rodeado por una gran cantidad de personas que sentadas alrededor de una fuente lo escuchaban hablar. Había de todo: un niño atento a las aventuras de su automóvil rojo de juguete, un perro preocupado por la comezón en su trasero y aproximadamente treinta personas atentas a lo que aquel hombre tenía que decirles. Fue un éxito emocional, desbordó la lágrimas de algunos de los asistentes, como Beatriz Marcos quien recordó facetas de su vida española. El público sorprendentemente pedía más, coreaba al unísono como si fuera un concierto de rock, todos unidos en la petición: ¡Otro, otro, otro! El poeta, sonriente, acepto leer uno más. El público, completamente agradecido se retiró encantado por tal acontecimiento, un gran evento poético.

Nosotros, después de contar las ganancias de Generación, nuestra contracultural publicación, nos sentamos en una mesa de la bota junto al culpable de todo eso, nuestro querido amigo Antonio Calera-Grobet y brindamos unas cuantas horas en nombre de la poesía, en nombre de la primavera, la Poesía Por Primavera.