Imaginación, matemáticas y poesía

Atractores Extraños
Por Pedro Poitevin
 
 
 
atractores-1.jpg En una reseña de la antología Strange Attractors: Poems of Love and Mathematics, editada por Sarah Glaz y JoAnne Growney, el escritor y matemático J. M. Coetzee menciona varios puntos de contacto entre las matemáticas y la poesía. El más importante es que ambos medios son, en las palabras del mismo Coetzee, "formas de actividad simbólica basada en el poder de la mente humana de detectar analogías”. Así como la belleza de una demostración matemática radica en el esclarecimiento de la relación entre conceptos a priori distantes, la poesía, cuando consigue brillar, sugiere vínculos profundos entre ideas e imágenes igualmente distantes. Es por ello que la experiencia subjetiva de la demostración matemática es tan parecida a la del hallazgo poético.
 

No. 70/ Junio 2014


Imaginación, matemáticas y poesía

Atractores Extraños
Por Pedro Poitevin
 

atractores-1.jpgEn una reseña de la antología Strange Attractors: Poems of Love and Mathematics, editada por Sarah Glaz y JoAnne Growney, el escritor y matemático J. M. Coetzee menciona varios puntos de contacto entre las matemáticas y la poesía. El más importante es que ambos medios son, en las palabras del mismo Coetzee, "formas de actividad simbólica basada en el poder de la mente humana de detectar analogías”. Así como la belleza de una demostración matemática radica en el esclarecimiento de la relación entre conceptos a priori distantes, la poesía, cuando consigue brillar, sugiere vínculos profundos entre ideas e imágenes igualmente distantes. Es por ello que la experiencia subjetiva de la demostración matemática es tan parecida a la del hallazgo poético.

A primera aproximación, sin embargo, hay muchos contrastes: las matemáticas son un instrumento para descubrir; la poesía lo es también para inventar; las matemáticas tienen porte de precisión; la poesía tiene un aire de ambigüedad; las matemáticas delimitan; la poesía transgrede; las matemáticas definen; la poesía evoca; las matemáticas no mienten; la poesía no deja de mentir. Y luego está el contraste más problemático: el mundo visual de las matemáticas se nutre de abstracciones supremas, mientras la poesía prefiere anclarse en lo concreto y recela de las abstracciones.

Así que, por un lado, los contrastes en la relación entre las matemáticas y la poesía son evidentes, y por el otro, hay una analogía entre los dos quehaceres. Si la analogía fuese evidente y no hubiese grandes contrastes, no tendría mayor interés la relación, pero la analogía es profunda justamente porque los contrastes son evidentes. Es esta dualidad en la relación lo que la enriquece.

Pese a la riqueza de la relación entre matemáticas y poesía, las limitaciones que potencian dicha riqueza también generan dificultades para el poeta. Escribir poemas sobre matemáticas es muy delicado. Si uno quiere que el poema sea accesible a un número considerable de lectores, la terminología matemática (y, en particular, la notación matemática) puede ser contraproducente. Hay poemas matemáticos escritos con símbolos y ecuaciones impenetrables, pero la mayoría utilizan esos símbolos y ecuaciones como elementos decorativos llenos de misterio que no contribuyen de manera específica al contenido del poema. El efecto, naturalmente, es un tanto cursi. También hay poemas matemáticos magníficos que se valen de símbolos, ecuaciones, o teoremas que contribuyen de manera integral al sentido, pero dichos poemas resultan más inaccesibles para el lector no iniciado en las perplejidades matemáticas.

También está el problema que generan las abstracciones. Para los matemáticos, visualizar asíntotas, espacios topológicos extraños, o bien dimensiones de más, es algo bastante natural, pero en un buen poema, las imágenes que elevan al lector son las de la experiencia inmediata, no las abstractas. De manera que cuando se escribe poesía con contenido matemático, el poeta ha de cuidarse de no saturar al lector con imágenes abstractas. En el poema Chaos Theory, uno de los mejores de la antología referida, el poeta Ronald Wallace se permite jugar con un buen número de abstracciones, pero el poema brilla porque utiliza imágenes concretas que permanecen en la mente del lector varias líneas más adelante (…el viento/ que entonces eleva el tsunami de la memoria/ la yegua de la imaginación, desbocada…), aún y cuando, en el ínterin, varias abstracciones hayan aparecido y desaparecido a la velocidad con que el pensamiento abstracto se desplaza entre imagen e imagen.

En Yes, otro de los poemas más memorables de la antología, el poeta australiano David Brooks se plantea que si es cierto que justo antes de morir uno recorre toda su vida en un instante, entonces ese recorrido ha de incluir el momento antes de morir en el que uno recorre toda su vida en un instante, y así sucesivamente. Ello implica una sucesión infinita de recorridos de la vida, y en particular, de algún momento de lucidez en el que brilla la memoria de la persona amada. Con ello basta para aceptar la muerte.
La yuxtaposición de infinito, amor y muerte, es espléndida, pero lo es porque el poema está firmemente anclado en imágenes concretas de un momento preciso. Si se tratara únicamente de una exploración de la paradoja de Zenón, el poema perdería muchísimo.

Por eso, pese a que soy matemático de profesión, y que puedo dar fe de que
la experiencia subjetiva de una demostración matemática puede ser supremamente poética, estoy convencido de que lo que da cuenta de esa semejanza en la experiencia tiene que ver más con los efectos que matemáticas y poesía puede tener en aprendiz y lector que con una semejanza entre poesía y argumento matemático. Hay algo infinitamente hermoso en cabalgar la yegua de la imaginación, desbocada, sin importar a dónde nos lleve. El matemático cabalga. La tarea del poeta es imaginar esa cabalgata.