No. 71 / Julio-agosto 2014 |
VII ¡Qué difícil es matar a Caperucita sin dejar huellas de sangre en la alfombra! “Qué si lo sabré yo – suspira el fantasma de Canterbury. “Qué si lo sabré yo” –agrega Jack el destripador, Médico de cabecera de la Reina Victoria, Destripador de caperucitas prostitutas arrulladas De día por el mago de las pesadillas, El que ronda las calles de Londres Sin que un Sherlock Homes encuentre su huella. Las mujeres malas mueren sin desangrarse porque cada noche las desangra un vampiro. Rojo Rojo Rojo Trinidad Roja de mujer. VIII. Venganza Apareció en palacio sin ser convocada -como un mal sueño-. No tenía plato ni lugar. Con pretenciones* de diosa exigió pan, néctar y ambrosía. Y un asiento en aquella mesa de doce sillares donde no había cabida para el número trece. frente a la cuna la recién llegada sacó su rueca y se dispuso a hilar. Su venganza era más fuerte que su hambre. Y estaba en ayunas. Canto noveno No hay como un baile en palacio. No hay como un príncipe en eterno celo. No hay como una forastera ataviada de oro y plata. Las comadres murmuran… El Reino de Cenizas es infinito. Para la Cenicienta no hay imposibles: ¡Un candil arde en la chimenea! La eternidad y el infinito se abrazan. |
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