...................................................................

resenas-neurologia.jpgNeurología 211
Rocío González
Trilce
México, 2013.

Por Mariela Elizabeth Pérez Castañeda
.....................................................................

No. 71 / Julio-agosto 2014



Si he de morir,
recuerden:
el miedo no está invitado
Rocío González

Neurología 211
configura un punto de encuentro entre dos presencias: la del cuerpo y la sustancia poética. El trabajo que realiza Rocío González sobre estas dos corporalidades, ambas consistentes, densas, revela sus distancias, pero igualmente sus puntos de encuentro, la imbricación de ambas en un momento límite: la invasión del cuerpo por un astrocitoma, un tumor cerebral que juega a favor y en contra de ese cuerpo. Como un testigo de la experiencia, esta obra indaga en el proceso de diagnóstico, tratamiento y recuperación de la autora, quien vislumbra en ella un diálogo con dicha experiencia personal. Mismo diálogo que provoca, por un lado, el punto iniciático de un viaje hacia la memoria, y por otro, la pérdida y la ausencia de un reconocimiento del ser frente a sí mismo.

Poemario heterogéneo que llega a sus puntos máximos cuando, ya no en verso, sino en una prosa que emula el flujo de conciencia de la narrativa, nos devela los ires y venires del recuerdo y de la construcción de un pasado cada vez más desdibujado bajo la influencia de la enfermedad:

…aunque deban cortarme también algunos trozos de lo que soy y he sido y ahí no estamos juntos porque ésta mi cabeza es sólo mía está hecha de mis hechos y mis escogencias por mucho que intervengan los entornos como crecer en Ixtepec el ojo de agua la casa y el calor las desinencias el hermano nutricio y el asesino que nos arrebató su tiempo no su alma donde sigo en su amparo mientras cortan además de tu daño trozos de mi materia esa materia […] ojalá que se lleven mi estulticia y la tristeza esa tan inútil…

En el intento por retratar los distintos estados mentales y corporales por los que transcurre la voz poética, González se adentra en el trabajo de la forma y brinda un contraste estructural que construye flujo conceptual del poemario: la alternancia entre verso libre y prosa poética. El verso libre abunda anécdotas familiares, recuentos de la memoria, momentos luminosos dentro de la experiencia. La prosa poética fluye vertiginosamente: muestra los momentos en los cuales la voz es rebasada por la enfermedad, el dolor, el miedo. Las operaciones formales se intensifican o retraen dependiendo del punto que retraten: la prosa llega incluso a desprenderse de los signos de puntuación para dar cuenta del discurrir doloroso de la conciencia; en el cual se mezclan lugares, voces, puntos de referencia, versos, imágenes y relatos.

Obra del cuerpo, pero igualmente, de la corporalidad del pensamiento: bajo la mirada de González podemos asomarnos un poco al proceso orgánico del arrebate cerebral, al flujo de un intento que busca dar sentido a la enfermedad, a la muerte, al dolor; y a su vez, al reconocimiento de lo cotidiano que se encuentra dentro de toda experiencia. Esa cotidianidad encerrada en el título del poemario, Neurología 211, que remite a un cuarto de hospital y, con él, a la convivencia con enfermeras, sondas, cómodos, sábanas sucias y limpias. Del día a día de la recuperación lenta, también nos habla la poeta, todo bajo un enfoque de asociaciones inéditas.

A lo largo de la obra se dan diversos momentos narrativos, en los cuales la voz poética trata de dar continuidad a los procesos médicos, a los instantes familiares, a la larga recuperación de su cuerpo. Estos instantes secuenciales son atravesados por momentos líricos, en los cuales la conciencia escapa en un viaje interno que trata de explicar su condición. La voz poética mezcla espacio y tiempo, habla de los múltiples tiempos de un mismo cuerpo. Otras ocasiones, finge darle estatura, medida, peso y duración a objetos o fenómenos cuya significación escapa a toda definición. Este intento, que a veces se enuncia violentamente, añade un matiz irónico al poemario. Esta ironía incluso crece y se vuelve de un humor descarado, una burla hacia sí misma:

Es un tumor: cinco centímetros, tiene grados 1, 2, 3,4, como la lotería sin premio gordo, ganas todo, todos pierden, ¿chi lo sa? Su mapa es estratégico: lenguaje o movimiento. La buena noticia: es operable, ¡yuupi!, gritan los nubarrones y yo sin paraguas.

El desgarramiento de un cuerpo que traiciona, que se escapa del control de la voz, pero que en esa pérdida recupera una libertad nunca experimentada; Neurología 211 es también un relato de esa libertad que se hace manifiesta dolorosamente:

Sólo así florecí,
tragándome tu cáncer,
reconstruyéndome
en tu fruto indeleble,
en el sí del azar
de mi destino

Asimismo el poemario levanta preguntas fundamentales: ¿el cuerpo es identidad?, ¿soy mi enfermedad?, ¿soy mi salud?, ¿soy mi cuerpo? Esta búsqueda del yo que a veces es el cuerpo y otras es y no lo es, acompaña la búsqueda poética de la enunciación de la memoria: ¿son las palabras el cuerpo de la memoria? Nuevamente existe una correlación entre los dos cuerpos sobre los que versa esta obra. Lo bello de su lectura es la confusión, la fusión de ambos cuerpos durante el proceso de lectura: uno es lo otro, siempre:

Todo lo que somos
            ya lo hemos sido,
todo lo que amamos
            fluye en nosotros,
nuestros caminos neuronales:
            son actos
que serán sus recuerdos
y yo me atengo a eso.

Leer poemas...