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resenas-abrir-una-caja.jpgAbrir una caja
Richard Gwyn
(Traducción de Jorge Fondebrider)
Editorial Gog y Magog
Buenos Aires, 2013.

Por Ana Franco Ortuño
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No. 71 / Julio-agosto 2014




Abrir una caja


Abrir una caja es un libro que reúne 10 años de la trayectoria poética de Richard Gwyn,
en una selección bilingüe de poemas en prosa, que Jorge Fondebrider traduce De Walking on Bones (2000), De Being in water (2001) y De San Giraffe café (2010). Los títulos alcanzan
para mostrar la importancia de los lugares y los estadios de una voz que transita.

En alguna entrevista, Gwyn cuenta: "Recuerdo que me impresionó especialmente enterarme de que el sistema de transporte público de Atenas se llamaba METAPHORA, de modo que tomar un ómnibus de A a B implica, de alguna manera, cruzar de "un dominio de la experiencia a otro". Habla de un sistema de transporte que adjudica al ejercicio del traductor, pero que viene perfectamente a cuento con las breves situaciones de sus poemas.
Abrir una caja parte de una impertinencia: una metáfora del viaje de la vida. Simplificarlo así (en esa frase) es lugar común si no conocemos el libro y el poema que lo nombra. En éste nos cuentan acerca de una serie de cajas sospechosas, aparentemente abandonadas en medio del camino: "Cajas de cartón sin nada escrito en ellas". El poema sucede mientras el viajero, que ha encontrado las cajas, construye un estado anímico en la sospecha de un absurdo. Al enfocarse en las cajas enmudece el resto del lugar (un bosque con pocos árboles en el que no hay pájaros). El viajero aguarda el asalto de quien debió dejarlas ahí; por el viejo truco en el que se impide el camino con troncos o con piedras. La dimensión sensible crece conforme el exterior se ha enrarecido: "Cuando más oigo esos sonidos ausentes, más profundo se hace el silencio". No sabremos si la alerta es verdadera o falsa, y pese a ello, el viajero abre "la primera caja". Con este final puntualísimo, el silencio invade el territorio de lectura.

Describo Abrir una caja (el poema) porque es un ejemplo del mecanismo de estas fábulas oscuras -como bien las llama Jorge Aulicino en la contraportada. Lo raro del hecho activa la curiosidad de un personaje que avanza a pesar de intuir el peligro. Su comportamiento es casi animal: hay un sigilo en lo sonoro que se opone a la razón, desde donde se describe al posible atacante: "alguien (...) listo para aparecerse de un salto y encarame con un grito airado" (...) "Puedo oír al hombre, con barba de una semana, oler su transpiración, contemplar su gran vena palpitando en el cuello". El grito confirmaría que no debió detenerse, pero el silencio crece. La metáfora-viaje se trata de pequeñas actitudes situadas (personajes, narraciones, gestos). Se trata de testificar la germinación de un poema aparentemente breve que se extiende conforme termina. Mucho se ha hablado del silencio y el blanco; en Abrir una caja el silencio es la metonimia: potencial, desencadenada. En la entrevista que cito, Gwyn dice que traducir es "jugar a los dardos con las luces apagadas". También lo son sus poemas.

En la cronología del libro hay una primera etapa que se vincula con los sentidos y su minucia: el polvo con sabor a pasado, el ritmo que se mide con el corazón, el soplo de vapor de una naranja; más adelante aparecen los personajes: Iannis, el que hacía miel; la madre que peina, el rey, Alice y Gabriela. Hay una mirada infantil que recorre las historias, los cuentos; algo como un dulce engaño. Hay también una sorpresa desde lo masculino: una segunda persona, una acompañante (quiero pensar que es una acompañante). Hay una reglamentación, "leyes de conducta", método absurdo y contradictorio (sueños de Borges, Kavafis, Calvino).

Lo extraño de estos poemas no es lenguaje, es el enigma que gesta ese mismo silencio de la caja que se abre y enmarca la lectura, como el vapor de la naranja. Cada final es el comienzo. La paradoja de Teseo encostrado de sal; la ruta no elegida. "Sin embargo, el pájaro es persistente: ésa es su función. Sabe cuál es su papel central en ese drama. Sin el pájaro no habría mendiga. Sin la mendiga no habría catedral. Sin la catedral no habría turistas." La claridad de la narrativa o la familiaridad de los espacios son impresiones falsas: ¿Nunca tuvieron necesidad de pasar el día debajo de la tierra?
 

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