cornisa-inditos.jpg

No. 72 / Septiembre 2014



Josefa Parra
(Jerez de la Frontera)

 

Helena contempla a sus hermanos

Dulces hermanos, carne
de un mismo amor, rendidos
al borde de la noche
os contemplo: soberbios
como dioses, y frágiles
como cisnes. Qué extraño
maleficio nos une,
qué enredados caminos
llevaron a este ocaso.

Me llamaréis hermana,
y yo os llamaré amados,
piel deleitosa, fruta
de mi propio jardín.
Míos sois por la gracia del deseo.
Soy vuestra por la gracia de la sangre.

Y un día lloraré
al decir vuestros nombres.




El amor de Pólux (Infierno)

¿Dónde habrán de dormir tus rizos y tus ojos,
cruel Helena, en qué lecho de amorosos suspiros
derramarás tu cuerpo de miel y de granadas
que no tocaré más? ¿Dónde pondrás tu sexo,
dónde tu mano al acabar el día?
¿De qué me vale, amor, la sangre de los dioses,
de qué tantas mañanas de despertar contigo,
de qué las travesuras, la leche delicada
de nuestra madre Leda, la belleza, la gloria,
si no he de poseerte más que en sueños?





La belleza

Solo es hermoso el hermoso cuando alguien lo mira
Safo

No sabéis cómo duele la belleza.
Infecunda,
abierta sobre el lecho, la carne fulgurante
me adelanta un futuro donde estaremos solos.
Coronadme de acónito, no de frescos laureles,
no de rosas fragantes, no de ramas de mirto.
Coronadme más bien para un día de llanto;
hacedme más hermosa, más triste, más oscura.
(Estoy viéndome ya enlutada y ajena)
Coronadme de flores amargas de cicuta,
no de tallos de eneldo ni de enredados pámpanos.
(Estoy viendo el dolor desde que os he mirado,
pero no me arrepiento de este amor sin fortuna)