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resenados-magrelli.jpgEpígrafes para la lectura
de un diario

Valerio Magrelli
(Trad. de Guillermo Piro)
Bajo La Luna,
Buenos Aires, 2008.

 

 Por Diego Alcázar Díaz
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No. 72 / Septiembre 2014


La extrañeza de la singularidad

detrás de esta lengua mía
existe una población del cerebro.

V.M.


No fue hace mucho que llegué a la poesía de Valerio Magrelli (¿o ella llegó a mí?). Ocurrió a través de la voz del mismo Magrelli y supe entonces que no podía perder la oportunidad de leerlo por entero. Leí sus Poesie (1980-1992) e altre poesie (Giulio Einaudi, 1996) con sumo interés y con grandes esperanzas; no hubo decepción.

Después llegó a mis manos su Epígrafes para la lectura de un diario, en una más que aceptable edición bilingüe en versión de Guillermo Piro (Bajo La Luna, 2008). El texto que Piro nos ofrece es uno sumamente cuidado y trabajado pero que, como en cualquier caso de traducción, es menester acudir al original: más aún cuando se trata de Magrelli. Debo citar al traductor:

Traducción es sinónimo de insatisfacción. […] Por eso ruego al lector con insistencia que aprenda italiano. Vale ampliamente la pena, aunque sólo sea para leer a autores tan intraducibles como Valerio Magrelli. (p. 9)
Hay un poco de retórica y de verdad en la anterior afirmación; me explico: se salva de ser quemado en la hoguera de los defensores de la traducción ad litteram pero también expone una cuestión que no puede obviarse, esto es, la dificultad para traer a nuestra lengua los artificios del italiano en Magrelli.

Y artificios hay en todo el libro. El primero de ellos es que el «tema» principal del poemario es el periódico (giornale, en italiano). Magrelli nos devuelve algo que nos ha sido quitado de a poco: la capacidad de sorprendernos ante objetos de la cotidianeidad que de tan cotidianos y naturales ya no los percibimos o no reparamos en ellos. El poeta se encarga de darles historia y provocar una reacción extensiva en el lector, acaso para que piense qué hay antes y qué hay después de notar que es celulosa lo que tenemos en las manos y que leemos, que los diarios tienen un código de barras o, simplemente, hacer hincapié de en dónde encontramos la sección cultural tanto en la vida como en las páginas del periódico.

Siento al mundo corromperse, deshacerse
y a Dafne siguiendo su carrera
para volverse página, después de
hoja.
Después está la trasmutación obtenida a partir de la observación minuciosa y obsesiva del objeto en cuestión, como si lo conociese por vez primera y buscara explicarse lo que tiene ante sí. Asimismo la voz poética busca adaptarse a lo que lee, trata de entender la realidad (¿hay una sola realidad?) y le da un giro a la noticia y la marca con sello particular: en la adopción de (o adaptación a) la palabra existen juntamente misterio y posibilidad:

Acento a parte, el paciente ya habla
como su donante, sin embargo
nada de metempsicosis o ventriloquia. Solamente
el túnel de viento se ha mudado
y el nuevo titular ha vuelto a testar
la aerodinámica del viejo Logos.
Luego, no puede obviar las oposiciones bien marcadas entre la escasa cantidad de páginas de cultura («Apretada entre finanzas y cine,/ mullida habitación de un burbujear/ filológico, ondulado ramo de algas/ danzantes en el acuario de las reseñas…») y de la abrumadora e interminable publicidad («un solo arder/ promocional») de la que

Inútilmente,
huyendo por las páginas,
el lector postrado busca salir
de los incendios dolosos del marketing.
Finalmente existe otro artificio que consiste en hablar de poesía mediante la poesía (dentro de la cual hallamos otro artificio ingenioso). Hallo dicha descripción precisa pues funciona como un manual o una manera de entender la poesía en tanto dotar de sentido al mundo de las palabras que hay en el mundo. Para esta voz poética (la del lector de periódico) la poesía implica sonidos, ruidos que otorgan sentido a mucho de lo que nos rodea:

Las poesías deben ser releídas,
leídas, releídas, leídas, puestas a cargar;
cada lectura es una recarga,
son aparatos de cargar sentido;
y allí el sentido se acumula, zumbar
de partículas a la espera,
suspiros contenidos, repiqueteos,
dentro del caballo de Troya.
Estos Epígrafes para la lectura de un diario nos hacen aguzar los sentidos que llegan a estar aturdidos cuando leemos el periódico y la manera en que relata el desastre del mundo. Magrelli solicita un lector atento y capaz de percibir las pequeñas cosas y hallarles cabida en ese otro mundo que compartimos: aquel de la poesía.

 


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