No. 72 / Septiembre 2014 |
Lo rápido que pasaban las vacas y el campo Lo rápido que pasaban las vacas y el campo. Tuve que subirme a la parte de atrás de la moto para descubrir eso que a la velocidad del movimiento la íbamos inventando. Salimos con el sol a la altura del horizonte. Cada tanto soltabas el manubrio para señalar los carteles las letras blancas sobre el fondo verde de los pueblos vecinos. Mis dedos se entrelazaban entre sí y entre tu ropa. A más de cien kilómetros por hora los mosquitos comenzaron a ser agujas. El sol permanecía a pesar de lo demás que iba, en cambio, convirtiéndose en manchas. Y como esas cámaras que logran captar el movimiento, pude notar que el árbol era también una línea, que la vaca era también una línea, que cada cosa era mucho más que esa cosa y que nosotras también iríamos dejando un rastro. ¿Ves las ramas en el vaso? ¿Ves las ramas en el vaso? El sol se pone. Aunque la ciudad impida la escena completa algo del rayo se ve. Hace tiempo leímos “un ambiente” y no fue lo que importó sino haber venido a conocer la casa en el preciso instante del atardecer. La pequeñez fue nada al lado de esa luz entrando. Pero el deslumbramiento pasó. Tardó en aparecer Como la rueda de un auto girando sin aire, como un animal de granja que camina unos segundos más sin la cabeza. Son la seis y veintiuno y el sol decide caer entre las torres de enfrente. Son dos torres que hoy no tapan la vista. Pasa por el medio el sol Llega hasta el vaso de yogur que terminé y me muestra en su interior un bosque. Colgada la ropa se vuelve piedra Colgada la ropa se vuelve piedra. Al llegar y suspenderla del perchero el movimiento de la ropa para. Esa calma me inunda y como un capullo filmado durante días hasta volverse flor se abren la cocina y el baño, como pétalos el ambiente aún sin forma, las cajas de cartón las ventanas. Vos me llamás y decís “hablame de la nueva casa”. Te contaría que fue dulce y fue amargo Ir al supermercado y descubrir que vendían el café que tanto nos gustaba. Ahora la casa es grande y tiene terraza. El sonido de los autos se suaviza entre las plantas. Son plantas de un verde nuevo en las que vierto agua cada día, y de a poco van creciendo y despliegan como un río fértil, sus brazos. |
Leer reseña... |