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No. 73 / Octubre 2014



Breve insecto

Por Elizabeth Castañeda

Breve insecto
Varios autores
Editorial de Alfonso D’Aquino
Instituto de Cultura de Morelos
Cuernavaca, 2012



almacen-breve-insecto.jpgDe papel son los bichos recopilados por Alfonso D’Aquino e ilustrados por Claudia de Teresa en “Breve insecto”, obra dirigida a un público infantil, y que reúne más de una decena de poemas inspirados en tan famosos personajes. Esta correspondencia entre trazo y sonido, en la búsqueda de un deleite a la vez visual y sonoro, propone un acercamiento lúdico, no sólo al libro, sino a la poesía. Cada pieza asombra y entretiene, muestra su singularidad al tiempo que dialoga con el conjunto. 

“A los poetas, en especial, les encanta hablar de los insectos”, afirma el editor, y lo confirma la selección de poemas: Tablada, Reyes, Cuesta, Gorostiza, Castellanos, mentes curiosas que repararon en lo pequeño, en el detalle de unas alas, de un movimiento minúsculo, en el insecto.

El objetivo de la obra es declarado por D’Aquino al inicio: busca eliminar las “malas costumbres que los adultos suelen inculcar en los niños.” Y por mala costumbre señala aquella de matar a cuanto insecto se cruce en su camino. Acaso cabría añadir otra: la de aplastar toda capacidad de maravillarse ante el espectáculo en miniatura que representan aquellos bichos. La imposibilidad de maravillarse ante el mundo es lo que resulta tan perjudicial. En esta acción, el editor observa la clausura de un camino hacia un conocimiento que no se imagina.

Lo mismo pasa con la poesía. Como bicho raro, muchas veces es desdeñada en juicios injustos. Lo cual resulta casi monstruoso si pensamos en los niños como seres que acaban de empezar a saborear las palabras en su boca, recién comienzan a sentir su peso sobre su lengua, a reconocer el brillo de algunos nombres, su textura, su color y sabor. Es ésta la otra mala costumbre que se encuentra implícitamente señalada en esta obra. Y justo es la que se permite cuestionar.

Vital importancia tiene permitir y abonar dicha curiosidad en aquellos que comienzan a maravillarse de los colores y ritmos del lenguaje. Pero igual de importante es recordar (traer al corazón), aquella curiosidad cuando ya no se es, al menos no visiblemente, un niño.