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resena-permiso-para-el-amor.jpg Permiso para el amor. Brevísima antología
Efraín Huerta
Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal/CONACULTA/Asamblea Legislativa del Distrito Federal/Secretaría de Educación del Gobierno del Distrito Federal
México, 2014.

Por Alejandro Gaspar
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No. 73 / Octubre 2014


Presentación a Permiso para el amor

(Periódico de Poesía agradece a la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, la autorización para reproducir este prólogo).

En los primeros quince años del siglo XX tuvo lugar en México una revolución cultural que sentó las bases para comprender nuestra cultura contemporánea. En 1909, el grupo Ateneo de la Juventud Mexicana cuestionó la doctrina oficial del régimen porfirista, el positivismo,
y abrió un nuevo horizonte para las disciplinas humanísticas. En 1914 los acontecimientos políticos llegaron a un punto de inflexión con la renuncia de Victoriano Huerta; ese mismo año las letras mexicanas serían testigo del nacimiento de una generación de escritores
que el mismo José Emilio Pacheco bautizó como los hijos de la Revolución mexicana:
Efraín Huerta, Octavio Paz y José Revueltas.

Los tres escritores exploraron los cánones establecidos y construyeron, cada uno desde
su propia inventiva, una obra que repercutió en generaciones futuras con un replanteamiento en la manera de entender la poesía, el ensayo y la narrativa. Ahora, cien años después, tenemos la oportunidad de reconocerlos en su justa dimensión como una generación comprometida con su época y su quehacer literario.

En el caso de Efraín Huerta su figura merece un tratamiento particular. Nació el 18 de junio de 1914 en Silao, Guanajuato. Años más tarde se trasladó a la Ciudad de México para realizar sus estudios en Derecho y desde ese momento se convirtió en un amante implacable de la vida urbana de la capital del país. En el corazón del barrio universitario conoció a Octavio Paz y Rafael Solana con quienes fundó la revista Taller.

La obra de Efraín Huerta debe leerse como una extensión de su vida. Hay escritores en los que ese vínculo desaparece o simplemente no existe, pero Efraín se preocupó a lo largo de los años en brindar a sus lectores una fracción de su intimidad en cada verso, poema o artículo. Militante del Partido Comunista Mexicano, Huerta fue un hombre comprometido con las causas sociales; sobra decir que su trabajo es el reflejo de ese propósito ante las circunstancias que vivió.

Encasillar la obra de Efraín Huerta resulta un tema delicado; además de poeta, se desempeñó como reportero, reseñista, editorialista, crítico de cine y de teatro.
La reformulación que realizó del lenguaje poético lo inscribe como uno de los poetas latinoamericanos más importantes de la literatura. Innovó géneros para la poesía como sus célebres poemínimos o como sus Almidas —composicines líricas y armónicas de temas amorosos— incluidas en esta antología. Su poemario Los hombres del alba es una pieza maestra que evoca la experiencia de una ciudad amorosa y colérica, entre otros temas.
El Tajín es un canto fundacional, que toma su lugar al lado de Muerte sin fin y Canto a un dios mineral, en donde no existe un origen y sólo se espera el retorno hacia la nada. Poeta de la calle, poeta de la risa, poeta del alba, Efraín Huerta hizo del lugar común el lugar de la poesía; lo cual no significa que fuera un poeta marginal como en algún momento se le juzgó.

En Permiso para el amor el poeta nos asoma a paisajes nostálgicos y relieves melancólicos
en donde florecen los recuerdos más apasionados de una vida. Los arrebatos líricos y los versos configuran una realidad amorosa y tejen con sabiduría la añoranza por lo natural y primigenio, a la vez que son búsqueda y encuentro.

En estas páginas se reconoce una voz que afirma la experiencia erótica y todas las emociones que conlleva, a veces inconexas, otras contradictorias. El título de la antología
—y los poemas que la integran— no es una licencia para el amante: es una advertencia para aquel que anhela lo inefable, es un abrirse paso hacia la muerte con la conciencia clara de que se afirmó la vida en cada momento, porque el hombre nunca busca el amor sino el fallecimiento al desear lo fugitivo. "Amor mío, justifícame/ lléname de razón y de dolor./ Río de nardos, lléname/ con tus aguas: ardor de ola,/ mátame..." Este libro no es ningún permiso
o intención que no sea ya un querer absoluto.

La presente publicación se concibió como un justo, y a la vez sencillo, homenaje al poeta en el centenario de su natalicio. Su propósito es claro: ofrecer a los lectores del Gran Cocodrilo esta personalísima selección llevada a cabo por el hijo del poeta, David Huerta.

Es un privilegio acercarse a la obra de Efraín Huerta como lo hace posible esta antología, la cual posee sólo una desventaja: que es brevísima como lo indica su título, pero contiene en su corta extensión la esencia del poeta del amor.




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