No. 74 / Noviembre 2014



Poemas del libro Impresionante Frida. Poemario al óleo, Mariella Nigro, Biblioteca de Marcha, Montevideo, 1997.


Autorretrato, 1930

Desde este minarete
en Cuernavaca
extraño el índigo de mi patio.
La luz rosa se parte al este
en los volcanes
y llega rota hasta mi silla.

A la apacible melancolía
algo la perturba.
Me tiembla algo
bajo el trapo de la piel
y la espalda se me llena de cosas.

El amor es difícil.

Estoy atenta
a un terrible desenlace.




Mi vestido cuelga ahí (1933)

Qué soledad
siente el vestido
junto al retrete y la basura;
la soledad del guerrero
que abandona su armadura,
Monctezuma invadido
ha colgado el jubón.

Perdida la amerindia
entre mitos vacíos,
tehuana sin atavío,
molusco que arroja su carey,
flor desgarrada que se despoja del cáliz,
crisálida incendiada
vuela hacia el mar
y olvida su envoltorio.

Lienzo con forma de mujer
es un retazo de memoria,
esparadrapo, apósito,
alforja de carnes encendidas.
La dolorosa vestidura
es otra membrana,
cáscara de maguey que perdió el zumo,
escayola de tela, coraza orlada,
otro corsé que se desgarra,
entelada matriz,
ajuar de la nada.

Y ella sigue ahí.




Mis abuelos, mis padres y yo (1936)

Cinta de sangre
que iza
el mestizaje
cruza las ramas
del fatal injerto.

Sobrevuela las cornisas
campanario
de extraño badajo.

Hay algo que se deshace en las paredes.
Algo incontrolable en el panóptico.
Hay una rancia locura,
algo que viene quebrado,
una mezcla
de raíces y alas,
un cruce de vértigos.




Autorretrato como tehuana
o Diego en mi pensamiento o Pensando en Diego (1943)


Mujer de Tehuantepec
enfundada en volados:
matrona del retablo
retienes al amor
en el altar de la frente.

Él se mira en tu espejo
sin poder escapar
del vigor del encaje

La red de nervaduras
crece en el balcón
de tu cabeza de fiesta
y en tu obsesivo matriarcado
rige la ley
de un solo pensamiento.




La columna rota (1944)

Se ha quebrado el fuste
de la columna jónica.
Duele el umbral.

Algo restaura el corsé
como un cincel
que domina la piedra
y es posible
cambiar el orden
de la fallida arquitectura.

Al templo abierto
asoman los dioses;
se descuelgan del ábside
con sus cruces de clavos
ebrios de un maná
de lágrimas y sangre.




Diego y yo (1949)

Él ha quedado atrapado
en la prisión perpetua
del pensamiento
con vértigo
en el andamio de la ceja.

En el pilar de la cárcel
ella sufre
el dolor del carcelero,
se ahorca
con miedo de verdugo.




Viva la vida (1954)

Apresadas
en sus bastos corsés
lanzan las frutas talladas
el mismo grito
que la carne
contenida sin asombro
por la cáscara del yeso
recortados con gracia
los bordes
para el bocado de la muerte.




Frida Kahlo: