No. 74/ Noviembre 2014


 
 

NÉSTOR GROPPA
(1928-2011)

 

Nació en Laborde, provincia de Córdoba; murió en Jujuy, donde vivió los últimos cincuenta años de su vida. Fue miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras. Obra poética: Taller de muestras (1954), Indio de carga (1958), En el tiempo labrador (1966), Carta terrestre y catálogo de estrellas fugaces (1973), Todo lo demás es cielo – los cielos que volaron y los cielos que espero (1974), Almanaque de notas (1978), Eucalar celeste, lapacho rosa – y otros nombres del tiempo (1983), Abierto por balances – de la literatura en Jujuy y otras existencias (1987), Obrador (1988), Abacería (1991), Almanaque de notas – también libro de fábrica (1993), Anuario con ciertos –poquísimos- nombres del tiempo T. I (1996), Anuarios, T. II (1999), Libro de ondas – con abrecaminos y final de pálidas (2002), Anuarios T. III (2001), Anuarios T. IV (2002), Anuarios T. V (2003), Anuarios T. VI (2004), Anuarios T. VII (2005), Anuarios T. VIII (2007), Volverá el mar y se irá... como entonces (2007), Anuarios del tiempo IX (2008), Lucero del alba – Estrella del pastor (2010), Anuarios del tiempo (selección) (2012).

EL RAMAL C. 14

 

Cada otoño en los últimos tres años,
cuando el frío solía estarse manso,
el viento desalojaba la cordillera,
las tapialeras de soledad que dan a Chile.
Las noches incubaban
grados al rojo blanco bajo cero
(hasta veinticinco grados empollaron)
y la nevada fue la mala fiebre ondulante
una tormenta sostenida por mariposas blancas
igual a un persistente aerosol de luna
encalando la soledad y el silencio de la tierra,
esta porción de su hueserío,
volviendo azul negra
azabache la noche y su almacén de lejanías.

Allí en manos de Dios y del olvido
descubiertos por el viento blanco
y la mariposita niña del agua nieve,
los obreros ferroviarios del Ramal C. 14
se iban haciendo paisaje,
palitos color de luna, ramitos color de alma.

Hoy no sabemos si los malogró la nieve
o los sigue helando la vida.

 

EL MAR EN LAS VÍSPERAS Y EL DILUVIO DEL TIEMPO

 

Primero fueron las supernovas
(estrellas que explotan) y en ellas,
las cosas.
Entre aquellas cosas fue el mar.
Cada hombre llegó con él.
Hay restos del mar (la sal) en la sangre del hombre.
La sal y la meticulosidad del movimiento

reavivado en las vísperas de todo ser.