No. 74 / Noviembre 2014 |
Tres poemas V Sin decir nada le tomé la mano se mostró sorprendido pero no se opuso, sonrió y me ofreció su brazo, no era excusa el miedo. Después la conversación me distrajo un rato, la efervescencia del aire cobró un ritmo pausado, se distanció el peligro como nosotros del suelo. III Algo se mueve en la quietud en el silencio más calmo, una simple observación se transforma de pronto en un desconcierto; como si la bruma ardiera Y elevara un aire ajeno extraño, sin advertencia. Pero no hay nada en esos rincones, nada. Toda percepción se diluye cuando las luces y el viento repentino avivan las viejas cortinas en la habitación sola. IX El ciclo de los frutos se ha perdido, nuevamente entre las grandes y redondas hojas violáceas. A veces, para salir a la superficie debemos pasar largas horas aguardando pacientemente bajo la espesura. |
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