No. 74/ Noviembre 2014


 
 

JORGE AULICINO
(1949)

Nacido en Buenos Aires, Jorge Aulicino es periodista de profesión y como tal, en la actualidad se desempeña como editor adjunto y columnista de la revista de cultura Ñ, del diario Clarín. Integró asimismo los consejos directivos de las revistas El juguete rabioso y Diario de Poesía. A la fecha lleva publicados lo siguientes volúmenes: Mejor matar esa lágrima (Buenos Aires, 1971), Vuelo bajo (Buenos Aires, Ediciones El Escarabajo de Oro, 1974), Poeta antiguo (Buenos Aires, Ediciones Botella Al Mar, 1980), La caída de los cuerpos (Rosario, el lagrimal trifurca, 1983), Paisaje con autor (Buenos Aires, Ed. Ultimo Reino, 1988), Magnificat (Buenos Aires, Mickey Mickeranno, 1993), Hombres en un restaurante (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1994), Almas en movimiento (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1995), La línea del coyote (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1999), La poesía era un bello país. Antología 1974-1999 (estudio preliminar por Marcelo Cohen; entrevista por Jorge Fondebrider, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2000), Las Vegas (Buenos Aires, Selecciones de Amadero Mandarino, 2000), La luz checoslovaca (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2003), La nada (Buenos Aires, Selecciones de Amadero Mandarino, 2003), Hostias (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2004) y Máquina de faro (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2006). Como traductor, además de haber realizado versiones de Eugenio Montale, Valerio Magrelli y Rodolfo Wilcock, publicó Robin Hood y otros poemas, de John Keats (Buenos Aires, Selecciones de Amadero Mandarino, sin mención de fecha) y Rimas, de Guido Cavalcanti (Buenos Aires, Selecciones de Amadero Mandarino, 2006). 

 

LA CIUDAD Y LOS BÁRBAROS

 

Bajaban a la ciudad desde montañas explosivas, rojas
con barrenos y fósforo y mataban con cuchillos
y tenían olor a bosta, pero reivindicaban sus ojos azules.
Y después de matar robaban a los muertos,
los que a su vez habían bajado de la montaña roja
con barrenos y habían matado a todos con
fósforo y cuchillos y habían robado a los muertos.
Quienes habían bajado de la montaña en medio de explosiones
rojas y habían matado con barrenos y bosta
y habían robado a los muertos.
Todos, en general, reivindicaban sus ojos azules
pero ninguno se enamoró de ninguna mujer ni tuvo descendencia.
El origen de la ciudad se perdía en los tiempos,
pero los desconocidos llegaban siempre
cuando la población estaba a punto de extinguirse.

 

DOS CHICAS

 

Mirarse imposible porque no hay indicios
de nada cierto, de nada.
No se cree en el paisaje como fantasma
y menos ya en lasi mágenes del espejo
que por tan sospechadas como réplicas
deberían tener una suerte mejor,
al menos ser aceptadas como problemas.
Ahora bien, allá abajo hay una adolescente; espera.
La veo desde la ventana tocarse el pelo.
Y llega su amiga que como disculpa quizá
le dice, good, very good, su voz llega nítida.
Me digo tal vez es una clave
improvisada por una, y comprensible para la otra,
que quiere decir sos otra cosa,
distinta de las cosas y de tus imágenes.
Si es así, es good, es algo que sin embargo está
aunque lo que ahora está es pelusa
que vuela de los árboles y tierra de la explanada
(mas tierra enamorada).