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resena-prestidigitaciones.jpg Prestidigitaciones y otros juegos de memoria
Selen Arango
Odisea Cultural
Tabasco, 2014.

 
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No. 75/Diciembre 2014-Enero 2015



La mujer despierta


Un hombre judío se levanta
y frente al espejo bendice no ser mujer.

La mujer despierta observa cómo la vida transcurre sin ella:
-el tiempo para casarse
-la luz de seguridad en los barrios
-el rojo de una flor prometida
Esos objetos ausentes de sus cabelleras.

La mujer despierta bendice,
también,
no ser Mujer.

Mujer espejo para el otro,
cuidadora,
Mujer en un país donde la justicia es de cartón.

Cada mañana,
al abrir el cajón de la ropa íntima,
se asegura de no encontrar:
reclamos, golpes y celos.

La mujer despierta ha cortado sus propias flores
y las ha dispuesto bajo el espejo donde se miran
los hombres dormidos que van tientas por el mundo.



Rojo


Una tarde en la cocina, al lado de mi madre,
una explosión me cubrió el rostro:
era mi cuerpo quien escribía, de manera obstinada,
rojo, rojo
sobre la gravedad.

Atiné a medio abrir los ojos
y vi cómo caían las ruinas más antiguas y porosas
de la princesa vestida de color mandarina en una noche de brujas.

Me abracé a mi madre
y mordí un poco del pasado marcado en mis manos.
Sobreviví a ese primer estruendo
y a partir de ese día, al cerrar mis ojos,
comenzaron a llegar las imágenes de esta barca
que hoy me impulsa hacia todos los lugares que mi madre habita
con sus palabras de viajera interminable.



Las formas del cuerpo


Los orificios del cuerpo, cada uno de ellos, son útiles.
El objeto de lo humano va de un lado por esos orificios que tienen la forma de una O.

El otro es una corriente de aire.
Ése mar corroe las más firmas intenciones de los juicios,
de las ideas más estables.

Las formas del cuerpo necesitan:
de las porosidades, de lo recordado
de lo que exprime, el sudor en las sábanas.

Las tijeras tiene la forma de un cuerpo humano. 
Son cuerpo sujetado,
cortante,
utilizado,
abandonado,
y retirado de quien puede hacerse daño con su debilidad filosa.

Las tijeras son una extensión de los brazos
que un día obvian los sobrantes.

Lo que nos queda:
Retazos puestos a un lado.



-Mis palabras no serán escuchadas
y volveré a ser raptada de mi casa
por quienes vinieron a invadirla.

La ciudad,
otra vez,
iluminada por ojos caminando hacia abajo.

[Entre sus brazos se ha enredado una frase:
 el lugar de quien mira a los ojos es la condición del exilio]

Casandra



Conjuro


Para que presuma mi muerte debe:
señalar las coordenadas que lo llevaron a buscarme
entre el espacio que separa el deseo de las ilusiones,
absorber sus pasos en el bosque de niebla,
pensar que puede ser un hombre con sentido común,
o alimentarse del agua de las cunetas de los techos.

Tal vez, puede dejar que las manchas no sean disculpas para volver al blanco.

Creo que la diáspora de mis recuerdos es fácil de borrar
para una memoria que arroja momentos sangre caída por el cuerpo.

Es fácil.
Debe intentarlo antes de luna llena,
poco después de quemar el rastro de mis manos que aún conserva:
déjese llevar por el aroma de más letras destruidas,
ellas pueden salvarlo de mí y decirle, claramente, que el río ya no es el mismo.

 

 
 

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