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resena-lo-invisible.jpg Lo invisible
Giovanny Gómez,
Casa de Libros para el Instituto de Cultura de Pereira, Pereira, 2014. 

Por Fernando Denis
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No. 75/Diciembre 2014-Enero 2015


Un lirismo raro

Lo invisible: un libro de poemas de Pereira
presente en la Casa de Poesía Silva


La Casa de Poesía Silva, presentó el Martes 11 de noviembre una primera lectura del libro Lo invisible, el segundo libro, después de ocho años, de Giovanny Gómez, recientemente ganador del Concurso Colección de Escritores Pereiranos, del cual fueron jurados los escritores Elkin Restrepo, Pablo Montoya y William Marín. La lectura de poemas se acompañó del poeta Fernando Denis, en la sede del barrio La Candelaria, en el centro de Bogotá DC.

Sobre la obra, el jurado calificador en Pereira afirmó: “Un libro no carente de sorpresas, gana en precisión y significado en la medida que avanza su lectura. Un temperamento poético de gran fuerza lírica, con hallazgos felices y poemas muy bien logrados. Una escritura mesurada y cargada de una intimidad desoladora que conmueve. Vale la pena resaltar que el poemario sale avante frente a temas tan difíciles en poesía como son el amor y sus consecuencias: la soledad, el desamparo y la ausencia. La soledad del poeta está en el laberinto de las puertas abiertas, en el rostro vacío de la ausencia del padre y en los sueños en donde oculta su mirada del mundo. Esta propuesta tiene la virtud no solo del diálogo con los poetas de la tradición literaria colombiana y universal, sino, ante todo, con las vicisitudes de los días y sus esplendores.”

Giovanny Gómez continúa así una trayectoria creativa que se inició desde la adolescencia, en el taller literario La Fragua, del colegio público Rafael Uribe, y que continuó con una muy elaborada producción que en el 2006 se vio reconocida con la obra Casa de humo, la cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía María Mercedes Carranza,  y que en 2012 fue reeditada por Ediciones Sin Nombre de México y la Universidad Tecnológica de Pereira. Al momento, varios de los poemas que integran este libro han participado en antologías nacionales e internacionales y le ha considerado traducciones parciales al inglés, francés, portugués e italiano.

“En Lo invisible, desde el epígrafe inicial con versos de Friedrich Hölderlin, la introspección adquiere matices de nostalgia contenida, los cuales marcan cada uno de los poemas distribuidos en cinco apartados que conforman estancias para la reflexión y el encuentro con sí mismo, con el sujeto que pareciera huir para, por fin, reencontrarse en los ribetes significativos del verso que expresa de manera profunda y sosegada.”

En la actualidad, Giovanny Gómez dirige  el taller de creación literaria “La poesía es un viaje” de Relata en la biblioteca del Banco de la República, y es un activo gestor y editor  cultural de Pereira, con logros como el Festival Internacional de Poesía en Pereira, la revista de poesía Luna de Locos y Cine en Cámara, entre otros.



Para leer a Giovanny Gómez

Por Fernando Denis

La entrada de Hölderlin a la tibia página nos llena de una flexible irrealidad, nos agota, nos envenena: “…y enseñé embriaguez a las sombras”. Esa emblemática aparición del poeta alemán con sus  truenos, sus fantasmas, sus delirios en el pórtico del libro, marcan el tono con que Giovanny Gómez llega a la taberna del mundo, al desesperado encuentro con el lenguaje, a la diversa sonoridad con que el tiempo lee a los hombres. El poema siente que algo extraño está a punto de ocurrir, que la naturaleza, que los sentidos, que las sílabas esperan el eco de algo inevitable que se aproxima. Hölderlin sentado a la orilla del Nèckar espera a que los dioses desciendan y todo le sea revelado, que le sea dicha la metáfora infinita. Si no llegan los dioses a tiempo, que llegue la embriaguez. Que llegue lo invisible con toda su fascinación y su vértigo, que la hermosura del mundo nos aceche y algo sagrado se quede en nuestros símbolos cuando ya la realidad se aparte de nosotros, cuando hayamos sucumbido al delirio de un encanto más poderoso que el mundo.

La poesía de Giovanny Gómez trae ese instante de espejismo, de ensoñación, y su experiencia con el lenguaje se desdobla, hay algo de irrealidad y de horror sagrado, hay un temor a las cosas concretas, a que las palabras las toquen sin sobresaltos, a que el tiempo se difumine en la vana experiencia de todos sin que un asombro nos corrija. El hombre lleva a cuestas una tempestad y esos vientos le hablan al oído de sus propios delirios, del verso feliz que colmará su conciencia o del inagotable incendio del mundo. Pero se tomó el vino, por eso la embriaguez lo ha atiborrado de sombras, su destino ha llenado la copa que escanciará en el último verso. Hölderlin, Barba-Jacob, Baudelaire, Gómez Jattin, Dylan Thomas, son sus compañeros de viaje. La sed del poeta está hecha de silencios enormes. El poeta es amanuense de propio paisaje, quiere un lago, quiere un torbellino de iridiscentes lunas para su embriaguez. Quiere disolverse en la ambigüedad, que una sombra antigua le revele lo que hay detrás de las palabras. Por eso escribe:

¿Qué sueños pueden vivir conmigo esta noche?
¿Cuál puerta puede resistir que las sombras entren sin tocar
los sonidos sin decir la luz con su caudal de viento vacío?
¿Quién quiere acompañar su brusca sombra de olvido?

Giovanny Gómez busca despojarse de sí mismo y de su doble, por eso pide palabras que lo lleven más allá de sus distancias, que lo envuelvan en otros reflejos donde pueda encontrarse, despojarse de asombros que ya no son suyos, y al mismo tiempo hilvanar con sus propias palabras el camino hacia el paraíso perdido, hacia esa otra realidad sin tantos espejos que quebrar: brumas, máscaras, todos los rostros que ya no son caras pero que sobreviven a la memoria, imágenes que en el recuerdo se confunden con el tránsito  de todas las cosas que nos duelen, son la mirada perdida, la indiferencia de las palabras poderosas  que dejamos en alguien y que no volverán a nosotros. Las imágenes sobreviven al caos emocional del lenguaje, son piedras para arrojar a las fuentes, es el río de Heráclito,  donde todo se refleja infinitamente. Las imágenes nos absuelven de nuestros errores, nos liberan. Vivimos sembrando espejos, cosechando imágenes, las palabras y sus reflejos nos vuelven genuinos, pues creamos realidades que para la felicidad del pensamiento. A través de la embriaguez de las imágenes, Giovanny Gómez ha construido una poética donde el hombre adquiere otro significado; al poeta colombiano la palabra lo trasciende, al tiempo que hiere sus sentidos: la naturaleza que intuye su música verbal forma una tela donde las imágenes  plasman una experiencia sensorial única, vital, cargada de muchos matices y que justifican su mágico viaje hacia el poema, su forma de mirar el mundo, su manera subterránea de mantener un comercio íntimo con las sombras.

Tantos rostros que te han mirado y no quieren decir tu nombre
Ya los imaginas evitando la mirada antes que su indiferencia
como diciéndole Hola a la nada de su adentro
Nuevamente se perdió la ocasión de decirles algo
y tantas palabras demás
se acumulan sin llamar a nadie
Una sombra cierta agota el fulgor de tu pasado.

La poesía vuelve a renacer en las pupilas del hombre, vuelve a sus orígenes. La palabra reinventa el mundo a cada instante, lo bautiza. En el espejo se borran los rostros, pero no su historia. Esa imagen nos lee por dentro y por fuera. Más allá de la superficie de vidrio, como a Alicia, una oscura maravilla nos espera. Giovanny Gómez espera a un lado de espejo a que todas las cosas ocurran, los sueños, las contradicciones, un paisaje de la infancia, una silla leída en un verso de Pessoa.  Cuando el lenguaje toca los objetos, el poema se libera de su cáscara y es semilla para sembrar relámpagos. Llega la noche, el universo regresa con toda su carga de astronomía, la palabra modifica sus tensiones, sus deseos, la palabra quiere ser experiencia, quiere parecerse a lo que mira, de manera soñadora y fulminante la palabra vuelve a ser milagro, regresa de donde vino, nos recuerda, somos la raza privilegiada por el lenguaje, somos la metáfora, su reflejo. Por eso Giovanny Gómez camina con paso de bosque hasta las orillas de un poema nuevo, el poema de las cosas invisibles, y viene empapado, pues sus palabras están manchadas de lluvia, viene curtido por las aguas, por las fuentes, por el inenarrable tiempo que lo trasciende en cada verso, lo acompañan sus fantasmas, las muchas sombras que le explican al oído de qué forma debe vivir su noche, de qué manera limar su cántico invisible.  William Ospina habla de Giovanny Gómez en la Casa de Humo: “¿A eso vino el joven a la colina de Cátulo? ¿Para eso bebió el vino de Teócrito? ¿Por este tesoro asedió los bosques de las bestias y de las musas? ¿Para perder la razón ante la cerrazón de los cielos? La búsqueda de la poesía es una exploración de las posibilidades  del lenguaje, un moverse por un tiempo en selvas de nubes, donde todo cambia, donde las combinaciones del lenguaje, apenas precisadas por la antorcha de una emoción, forman bestiarios súbitos y efímeros. Y la conquista está en descubrir que las palabras son poderosas ante lo visible y ante lo invisible”.

Estoy de acuerdo en que la aventura del lenguaje es la más extraordinaria de las experiencias humanas. La palabra posee todo el poder para emprender el viaje hacia mundos inexplorados, también viajes interiores hacia uno mismo. Y esa es la poesía, su gran desafío, el entronque maravilloso entre el tiempo, el espacio y la conciencia de sus criaturas, más allá incluso del lenguaje, más allá de las razones o las supersticiones del lenguaje, incluso más allá de lo que la poesía no pueda palpar, lo irreal, lo invisible. La vida, sus significados, sus metáforas, corre en muchas versiones de sí misma y se disgrega como ríos, como ramas del árbol de la demencia, como un crisol donde caben todos los dialectos y todas las sangres que intervienen en el poema.

Giovanny Gómez asume su condición de peregrino del sueño, inmerso en su caracola, invadido por muchas ausencias, y su palabra conjura una soledad insalvable, juega a los naipes con su pasado, se deja embriagar por la esencia de una historia que lo acompaña y que todos los días lo engendra, se desnuda ante la inaudita simetría del mar y ese cadencioso asombro que cambia con cada parpadeo, lo aterra el cambio de clima de ciertos vocablos, o la espantosa lucidez con que mueren las ideas en una cabeza de mármol, lo anonada que la estrella de la tarde brille más en el verso, lo desconcierta más la inocente locura de Ofelia y sus cantos muriendo en el lago, que el monólogo de la venganza, el  vino y el veneno en la garganta de Hamlet, el dandy enlutado y epigramático, como lo llamaría Borges.

Quienes viven para la poesía lo hacen sin esperar que esta los salve, no esperan una corona o un reino, tan sólo que una palabra logre calmar esa llama que los consume, acaso un remanso de paz venido de los labios de la diosa logre colmar tantos siglos de palabras y emociones profundas, de sueños sembrados en los jardines del lenguaje. Incluso lo inaudito, lo más aterrador, tiene cabida en el corazón central de la belleza, los muchos miedos que confunden al peregrino, las pesadillas, los laberintos , todo forma parte de esa épica que es construir la torre del poeta, su dramática presencia. Antes que los hechos, antes que la magnificencia de sus episodios, antes de las  palabras para narrar los periplos, los cantos, las herrumbrosas elegías, antes de transcurrir por los callejones empedrados del hexámetro, está la presencia misteriosa de ese ser alado, el poeta,  indefenso y poderoso a la vez, su voz imperiosa tallando el destino, moldeando la arcilla, levantando la arquitectura de una belleza insondable. La arquitectura invisible, su cuerpo en la sombra, su embriaguez. Giovanny Gómez raya con carbón de las minas en las paredes del tiempo, escribe para siempre:

Y sus palabras se deshicieron como papel mojado
en el charco de los días
Cuando  alguien las mira bajo la quebrada luz del agua
su indiferencia también vuelve
en el rostro viejo de nuestros cuerpos.
 


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